El Cantar de Roldán es tal vez el más
grande poema épico que nos ha legado la Edad Media. En clave legendaria, se
narran los hechos acaecidos durante la batalla de Roncesvalles entre las tropas
del emperador Carlomagno y Marsilio, rey sarraceno de Zaragoza. Roldán, sobrino
del emperador y comandante de su ejército, cae en una emboscada y muere en
combate debido a la traición de su padrastro, Ganelón. Escrito probablemente a
finales del s. XI, la copia más antigua conservada es el Manuscrito de Oxford,
de mediados del s. XII, en lengua anglo-normanda.
La predestinación, la inevitabilidad del destino, resulta
uno de los principales elementos constitutivos de la Chanson de Roland y, como veremos, de parte de la épica germana de
la Alta Edad Media. Construyendo la tensión narrativa sobre la conclusión
inevitable del drama, la muerte de Roldán, el poeta proporciona una sensación
de falta de libertad de los personajes en un evidente tono trágico ya desde el
inicio de la obra. Los motivos para el empleo de esta temática deben buscarse en
la confluencia de los cambios políticos, sociales y culturales al inicio de la
época feudal en Francia, con el surgimiento de la ideología caballeresca a
partir de tres factores principales: los antiguos valores germánicos, la
influencia de la Iglesia y la herencia romana.
La predestinación resultaba ya un
fenómeno arquetípico central para la mayoría de las culturas germánicas
precristianas establecidas en los límites del Imperio Romano. Esta
configuración cultural implicaba la posibilidad del acceso al conocimiento del
destino por parte de los hombres, pero no así a su modificación. Semejante
angustia existencial, la pequeñez del ser humano frente al mundo natural,
resultaba sin embargo motivo de catarsis, en cuanto que la predestinación
ayudaba en la aceptación de la propia muerte y la religión de estos pueblos
establecía el ascenso al mundo divino, para los guerreros valerosos que perecían
en combate.
Con la asimilación de los pueblos germanos a la cultura y
la Iglesia romanas, sin embargo, la catarsis colectiva ya no es posible, en
cuanto que la ideología cristiana imposibilita el mantenimiento de ese
sentimiento de salvación gracias al sacrificio del héroe-guerrero. En el Beowulf, poema épico escrito en lengua
germánica probablemente a mediados del s. VIII, su autor muestra parte de la
problemática de una aristocracia que trata de compaginar su pasado ideológico idólatra
con el presente cristiano. El héroe, aunque pagano, es presentado como
protegido por la divinidad, que aquí toma la forma de destino, en su lucha
contra las criaturas maléficas. Pero finalmente Beowulf también se encuentra destinado
a una muerte trágica, asociada a la imposibilidad del mantenimiento de los
valores heroicos de una sociedad que ya no existe. De una dimensión colectiva,
se ha pasado a una dimensión individual, puesto que el valor o el sentido de
justicia del guerrero, su sacrificio, ya sólo pueden servir para su propia
salvación.
En la Chanson de
Roland, escrita en la segunda mitad del s. XI, incluso ese sentimiento de
heroico sacrificio individual ha desaparecido, puesto que el protagonista es
mostrado a lo largo de la canción como egoísta y presuntuoso, si bien valeroso
y, aunque necesario para la posterior llegada de la paz, él mismo aparece como culpable
de su propio martirio:
“Bel sire nies, or savez veirement,
Demi mun host vos lerrai en
present.
Retenez les, ço est vostre
salvement.»
Ço dit li quens: Jo n'en ferai
nient;
Deus me cunfunde, se la geste en
desment!”
(Gentil sobrino, os digo verdaderamente,
que os dejaré la mitad de la hueste presente.
Quedáoslos, ellos son vuestra salvación.
Dijo esto el conde: No los necesito;
¡Dios me confunda, si mi estirpe
desmiento!)
La temática sobre la predestinación y
la inevitable tragedia que conduce a la muerte de Roldán, cumple una especial
función que debe comprenderse en el enfrentamiento entre ciertos valores
contradictorios en la sociedad francesa de inicios del feudalismo. “La índole
de los pueblos nuevos, […], chocó con las instituciones romanas todavía en pie
y con los restos de la cultura antigua, que, en medio de su decadencia y
fosilización, retenía su enorme prestigio; choque entre lo juvenil y lo
decrépito”[1], conflicto personificado
respectivamente por los personajes de Roldán y el emperador Carlomagno.
Continuará...
[1] Auerbach,
E. “Nombran a Roldán jefe de la retaguardia del ejército francés”, en Mímesis. 1983. Madrid: FCEM