lunes, 24 de octubre de 2011

Los misterios de la Isla de Pascua. La ceremonia del Hombre-Pájaro


En una fecha indeterminada, probablemente a finales del s. XVI, las beligerantes tribus que poblaban Rapanui entraron en un conflicto generalizado. La opinión más común es que los isleños acabaron con todos los árboles y recursos en su afán por construir los moai. Pero esta no puede ser sino una explicación demasiado simplista que no parece ajustarse por sí sola a la realidad.

Recientes estudios indican que la escasez de recursos se produjo debido al sobre poblamiento, de unas 60.000 personas poco antes del inicio del conflicto, en una isla que actualmente acoge tan sólo a unos 4.000 habitantes. Otras circunstancias relacionadas fueron la introducción de nuevas especies, tanto vegetales como animales, agresivas con el medio, o la deforestación progresiva provocada por la creación de nuevas tierras dedicadas al cultivo. También existieron motivos de carácter político-social, el principal de ellos la rebelión de los “orejas cortas”, la clase trabajadora que aprovechó la situación de debilidad de los ariki para rebelarse. Así fue como se inició un largo y doloroso conflicto que se extendió hasta poco antes de la llegada de los primeros europeos, en 1722. Durante este tiempo se derribaron muchos moai, con la finalidad de acabar con el mana de las tribus enemigas, y el poder de los ariki declinó.

De esta época se conservan diversas leyendas que incluso apuntan a la existencia del canibalismo entre las tribus: “Un día Ha’u Tari fue a visitar a sus padres en Vai Kapua. Pasaban los días y ella no volvía. Moko á Rangi Roa salió en su búsqueda pero no la encontró. En eso una anciana lo ve pasar. Lo llama y le cuenta que hace unos días cerca de allí dos hombres habían hecho un curanto de humano…” (leyenda de Moko ‘a Rangi Roa). También otro elemento de esta época nos permite forjarnos una idea de la situación que se creó en la isla debido a las guerras, los moai kava kava (literalmente “estatuas con costillas”), unas estatuillas talladas en madera cuya finalidad era la de alejar a los aku aku, los malos espíritus, pero no hay duda de que también representan el deplorable estado físico en que se encontraba la mayoría de la población. Su misma visión resulta escalofriante, con sus rostros enjutos, las costillas salidas y los ojos hundidos, síntomas típicos de la desnutrición.

Finalizado el periodo de guerras, alrededor del año 1680, los isleños lograron una nueva estabilidad político-social con la introducción y desarrollo del culto al Tangata Manu, el “Hombre Pájaro”. El culto consistía básicamente en una ceremonia anual, celebrada en el mes de septiembre (al inicio de la primavera en el hemisferio sur), durante la que cada tribu elegía uno o varios campeones que se enfrentaban en una competición. El manutara, una pequeña especie de gaviota, criaba cada temporada en Motu nui, uno de los islotes que se encuentran frente a la costa de la isla. Así, los participantes debían descender el acantilado, arrojarse al agua y nadar unos 2 kms. hasta el islote. Allí debían hacerse con un huevo de manutara y regresar con él intacto hasta la isla. El primero en lograrlo era investido, se transformaba en hombre pájaro y su clan gobernaba hasta la siguiente temporada.

Resulta curioso que el vencedor, tras participar en una competición para la que se había entrenado duramente y durante la cual más de la mitad de los participantes solían morir, resultara recluido durante el resto del año en una caverna, con el tapu o prohibición, penado con la muerte, de que nadie pudiese ni siquiera acercarse a él. En opinión del guía local que me acompañó durante mi visita a la isla, esta prohibición se instauró simplemente como medida de protección contra las envidias de los clanes rivales.

La ceremonia del Tangata Manu estuvo practicándose hasta la década de los 60 del s. XIX. La introducción del cristianismo, los esclavistas procedentes del Perú, las enfermedades y los piratas provocaron la casi extinción de la etnia rapanui (un censo efectuado en la isla en 1877 contabilizó tan sólo 111 personas). Se perdió el secreto de su escritura y muchos elementos de su cultura hasta la anexión de Rapanui a Chile en 1888.

lunes, 3 de octubre de 2011

Los misterios de la Isla de Pascua. Segunda parte - Los moai


Si por algo es conocida la Isla de Pascua es por las monumentales y enigmáticas estatuas que se erigen a lo largo de toda la costa, los famosos moai. Talladas en toba volcánica, todas ellas diferentes y cuyos ojos parecen observarnos indiferentes al paso de los siglos, cualquier persona sensible no puede sino sobrecogerse ante ellas.

Antes de hablar sobre ellos, es preciso comprender primero dos conceptos o principios sobrenaturales complementarios que organizaban gran parte del orden social de la cultura rapanui, y que también se hallan presentes en el resto de culturas polinesias: Mana y Tapu.

Mana, literalmente “fuerza” o “poder”, es la energía o poder espiritual que animaba gran parte de las actividades de la vida cotidiana. El mana es, en principio, un atributo del ariki, es el poder espiritual de la tribu concentrado en la persona de su rey, que le inviste de la potestad necesaria para gobernar y dirigir el clan (por ejemplo, sería el poder que permite al rey ordenar la muerte de un individuo de su tribu). En un segundo sentido, mana se refiere también al poder personal o la fuerza interior de un individuo. Un pescador, por ejemplo, si es bueno en su trabajo y pesca muchos peces, lo es en virtud de su mana.

Tapu, término del que deriva nuestro concepto de tabú, es una “prohibición sagrada” que se mantiene gracias al mana investido del rey, y su violación conllevaba duras penas que podían incluir la muerte. Algunos tapu podían referirse a lugares, como la prohibición de pisar los centros ceremoniales (ahu) donde se erigían los moai (curiosamente, hoy en día este tabú en particular se mantiene, aunque por motivos de conservación del patrimonio cultural…). Otros se referían a personas, como el simple hecho de tocar al rey sagrado, investido de mana.

Los moai, el logro arquitectónico más importante de la isla, representaban a los antepasados o ancestros de los ariki o jefes tribales. En el momento que eran erigidos sobre los ahu o plataformas ceremoniales y se les incorporaban los ojos, los isleños consideraban que cobraban vida, comenzaban a emitir mana, expresado a través del ariki en el plano terrenal; en otras palabras, los moai eran la fuente del poder espiritual que organizaba y protegía al clan, y es por ello que siempre se erigían mirando en dirección hacia el poblado, nunca en dirección al mar. En el momento de mayor esplendor cultural, entre los s. XII y XVII, algunos de estos centros ceremoniales adquirieron gran complejidad y tamaño. Esto se debe a que el prestigio y poder de cada linaje quedaba reflejado en la maestría del tallado y el tamaño que podían alcanzar las estatuas (la más grande de ellas, aunque jamás llegó a erigirse sobre un ahu, se encuentra a medio tallar en la cantera de Rano Raraku y mide 21 metros, llegando a pesar más de 70 toneladas).

Uno de los mayores misterios en torno a los moai se refiere a su tallado y método de transporte a lo largo de la isla. Si bien la arqueología ha llegado a un consenso respecto al primer punto, puesto que hoy sabemos que las estatuas se tallaban directamente en la roca volcánica de la ladera del volcán Rano Raraku, a mano y utilizando unas azuelas de basalto denominadas toki, no ocurre así con los métodos para su transporte y erección. La teoría comúnmente aceptada indica que eran transportados tumbados sobre un lecho de troncos que facilitaban su arrastre, constituyendo este último punto uno de los motivos que intentan explicar la deforestación de la isla.

Pero algunos indicios desmienten esta teoría, puesto que sabemos que a lo largo de los senderos que utilizaban para su transporte se encuentran abandonadas estatuas situadas en ocasiones boca arriba o en otras boca abajo, lo que indicaría que las desplazaban en posición vertical, balanceándolas mediante trípodes y cuerdas. Esto concordaría con las tradiciones orales rapanui, pues incluso hoy en día los isleños señalan que los moai llegaban “caminando” hasta los ahu, levitando gracias al poder mágico del mana. En opinión de la mayoría de arqueólogos, en cambio, no podían transportarse erguidos, puesto que el material utilizado para su construcción, la toba volcánica, se encontraría muy dañada en su base tras el proceso de transporte. Pero, en opinión del guía local que me acompañó durante mi visita y atendiendo al sentido común, los moai que hoy en día se encuentran en la cantera y que nunca salieron de ella poseen una base bastante más larga que las estatuas que llegaron a erigirse en una plataforma ceremonial, hecho que podría indicar que eran arreglados justo antes de su erección. Además, este método también explicaría por qué existen moai tumbados boca abajo, puesto que sabemos que los isleños abandonaban las estatuas que sufrían algún daño durante su tallado o transporte, porque consideraban que ya no podrían emitir mana.

Continuará...