La misma ciencia, como les
comentaba en el puntual ejemplo sobre neurobiología, está propiciando la caída
de toda una visión colectiva que viene desarrollándose desde hace unos tres
siglos. De repente, cuando miramos atrás, recordamos antiguas enseñanzas
abandonadas. En ti se halla oculto el
tesoro de los tesoros…
Aunque tienen un origen social, parece
que algunos sentimientos son de carácter universal; tal vez sean arquetipos,
como diría Platón, o tal vez simplemente parte de la herencia genética, de la
programación del ADN humano. Lo cierto es que todas las culturas han tratado de
expresarlos de una u otra forma. En la forma de expresarlos es donde radica la
diferencia y nuestro oculto poder. El océano no existía antes de los humanos…
Esta
críptica afirmación se refiere a esa facultad humana subjetiva, creadora, que
se expresa como lenguaje-poema y se caracteriza por desvelar la verdadera
esencia de las cosas. Antes de la presencia de los hombres
y las mujeres sobre la Tierra, existían vastas extensiones de agua que cubrían
el planeta. Pero fuimos nosotros quienes, en un momento dado, nombramos,
creamos el ente que conocemos como
“océano”. Está claro que el océano ya existía antes de nuestra llegada, pero no
existía como concepto abstracto, no existía en la combinación de mundo mental y
emocional que conocemos como sentimiento, no tenía ser, no tenía nombre. En el principio era el Verbo, y el Verbo
estaba con Dios, y el Verbo era Dios.
Es a través del lenguaje que el hombre hace presente las cosas, desvelándolas, aunque una gran parte del ente creado continúa encubierta, porque el conocimiento del ente, de todo el océano, escapa al hombre, que aún no sabe qué criaturas pueden existir en sus profundas fosas abisales. Es por ello que no podemos definir exactamente sentimientos como la felicidad o el amor.
Tal vez la felicidad sea algo de origen colectivo, tal vez esté en nuestra programación genética, pero se convirtió en real desde el mismo instante que la nombramos, que la creamos en el principio de los tiempos. Somos dioses, sólo que lo hemos olvidado. Somos pequeñas neuronas que forman parte de una red de interconexiones enlazadas al cerebro de la Tierra. De nosotros depende cómo nos interconectemos.
Pero para cambiar las cosas tenemos que empezar a recrearnos individualmente. Debemos superar la programación social desde el interior. El mundo actual, con su doble tendencia a la individualización y la globalización, ofrece una oportunidad única en este sentido.
Tú que deseas sondear los arcanos de la Naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera…
Buscad en Spotify o Grooveshark una
música que os haga “sentir bien”. Apagad la luz. Cerrad los ojos.
Liberad vuestra mente de estrés mientras realizáis unas pocas respiraciones
profundas. Sonreíd. Visualizad un espejo con vuestro reflejo. Preguntadle a él,
a vuestro yo interior, qué es lo que anheláis. Él no os responderá con
palabras, lo hará a partir de un sentimiento concreto. Atravesad el espejo,
porque allí se encuentra aquello que habéis estado buscando, allí se encuentra
el Grial. Aún es una luz informe. Dadle un nombre pronunciado en voz alta.
Percibid cómo poco a poco obtiene forma, sentid cómo un ser es creado y
adquiere poder, el poder de haceros felices. Todo lo que necesitas en tu vida ya está dentro de ti…
Tal vez no lo logres en la primera
ocasión. Debes repetir el proceso, aunque sólo sean cinco minutos diarios. Las
personas aprendemos por repetición desde la infancia. Si te sirvió de algo,
debes compartirlo. Sin forzar a nadie, no eres mejor porque hayas descubierto
algo que la mayoría no conoce. Esa codicia y vanidad proceden de la
programación elitista con la que te han educado. Simplemente compártelo, en tus
relaciones personales, tu blog o tu facebook y que sea recibido por quien desee
recogerlo. Esto puede ser un principio, si tú quieres. Podemos forjar una red
desde el conocimiento de nosotros mismos, una red de seres felices. Podemos ser
libres…
Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y
a los dioses