Carlos,
identificado en el plano religioso con el Dios Padre, representa los antiguos
valores colectivos de prudencia y sabiduría, la universalidad heredada de Roma,
prácticamente agotados en los tiempos del milenio. Lejos ya de la unificación política y cultural emprendida por el
Carlomagno histórico durante el transcurso del s. VIII, la figura del emperador
se asocia a una presente situación de debilidad política de sus herederos, que
ya no son capaces de controlar al estamento aristocrático-guerrero. La
debilidad de Carlos resulta una constante a lo largo de la canción; acepta sin
discusión las resoluciones de su consejo nobiliario ante cualquier decisión
importante; permite que algunos teóricos vasallos le impongan su voluntad;
incluso cuando es capaz de prever la tragedia que afectará a la retaguarda de
su ejército y a su sobrino Roldán, no es capaz de tomar decisión alguna que
posibilite evitarla:
“Sur tuz les altres est Carles anguissus:
As porz d'Espaigne ad lesset sun nevold.
Pitet l'en prent, ne poet muer n'en plurt.”
(Más que los otros está Carlos angustiado:
En los puertos de España ha dejado a su sobrino.
Sufre una gran pena, no puede detener el llanto)
Roldán, identificado en el plano
religioso con Jesucristo, representa los emergentes valores individuales de
coraje y valor, típicos de la ideología caballeresca. Pero son unos valores
demasiado nuevos, aún no universalmente aceptados y en ello radica la
problemática, entre una dimensión del destino (que comporta la muerte necesaria
del guerrero) típica de los germánicos y los nuevos valores cristianos que
todavía no han penetrado tan a fondo como para modificar la espiritualidad de los
caballeros.
La
Chanson de Roland se sitúa en la confluencia entre dos mundos culturales.
Pero más que al inicio de una nueva época, corresponde con los últimos
estertores de la antigua. De aquí se desprende que el poeta, probablemente un
religioso, muestre un cierto cansancio por el ejercicio de las armas, además de
una ferviente necesidad de paz, a través de la figura del emperador y sus
barones más “prudentes”:
“Pecchet fereit, ki dunc li fesist plus,
U par ostage vos (en) voelt faire soürs;
Ceste grant guerre ne deit munter a plus.
Dient Franceis: «Ben ad parlet li dux.”
(Pecado cometería, quien fuese contra él más duro,
puesto que quiere entregaros rehenes como garantía,
esta guerra no debe prolongarse.
Dicen los Francos: Bien ha hablado el duque)
Pero en el seno de una aristocracia que se hacía poco a
poco con la legitimidad política y el poder territorial, era preciso encajar
estos valores de coraje y bravura, el mismo oficio guerrero, en el seno del
pensamiento cristiano. Asistimos en la Chanson
de Roland al nacimiento de una nueva ideología de cruzada que marcará buena
parte de la literatura a partir del s. XII, si bien todavía no asentada. De
esto es muestra que los sarracenos aparezcan representados en el interior de
una estructura socio-cultural idéntica a la de los francos, mientras que la
única diferencia radica en que aquellos se encuentran en “el error”, mientras
que los cristianos recorren el “auténtico camino”:
“Paien unt tort e chrestiens unt dreit;”
(De los paganos es el error y de los cristianos el acierto)
La ideología de
cruzada, los valores caballerescos, necesarios para la autoafirmación de la aristocracia
guerrera gobernante, calan y son fijados en la mentalidad de todos los estratos
sociales a partir del s. XII. Desde ese momento, la ética germánica heredada
del pasado precristiano, es sustituida por otra más acorde con aquella
propugnada desde el estamento eclesiástico. Uno de los efectos inmediatos sobre
la literatura francesa será la desaparición de aquella temática sobre el destino
que venimos comentando, puesto que deja de existir aquel conflicto entre “lo
viejo” y “lo nuevo”, entre lo “decrépito” y “lo juvenil”. Al menos en el ámbito
concreto de la literatura en lengua romance, que refleja las inquietudes del
estamento social guerrero dominante...
“Plus aimet il traïsun e murdrie
Qu'(e) il ne fesist trestut l'or de Galice”
(Es mucho mejor que muramos batallando
Que el prometido fin obtendremos al instante)
Buen artículo. Por lo que infiero no te tuvo que resultar fácil su elaboración como segunda parte.
ResponderEliminarEl paralelismo de los personajes de Roldán y Jesús son representativos del poder de los símbolos religiosos y de valores que transmite la literatura francesa en este contexto. Es lógico que detrás esté la figura del dios padre porque toda aquella época no era sino la consecuencia de los ideales culturales de la Edad del Hierro, una cultura patriarcal.
Es curioso y hasta paradójico que se prescindiera concretamente en esta literatura francesa del tema del destino de la mentalidad germánica cuando, sin embargo, buena parte de la inspiración del ideal caballeresco, estuviese probablemente inspirado desde el ámbito religioso. Supongo que el autor lo hizo con la intención de aportar nuevos valores culturales como contraposición a la antigua mentalidad ya decadente en sus últimos estertores (como tú muy bien vienes a decir), o bien, pudiera ser porque le habían pedido que los registrara por escrito desde órdenes superiores, o incluso, porque él mismo pensaba que eso era bueno.
Un saludo.