jueves, 2 de abril de 2015

Conocimiento y Aprendizaje. El pensamiento crítico.


        Existen tres concepciones básicas sobre el conocimiento. La primera es heredera de la Ilustración y se basa en la confianza en la racionalidad, en que existe y es posible llegar a un conocimiento objetivo, válido y universal que se obtiene y profundiza aplicando básicamente el método científico hipotético-deductivo. Bajo esta perspectiva, el proceso de enseñanza y aprendizaje se centra en una recepción y acumulación por parte de los alumnos de un tipo de conocimiento inamovible e impersonal, que es transmitido por un grupo de especialistas, utilizando un tipo de discurso explicativo-narrativo, caracterizado por una estructura lineal y coordinada centrada en aportar definiciones o clasificaciones, o un discurso explicativo, que expone y relaciona hechos, comportamientos y resultados. Nuestros sistemas educativos actuales continúan basándose fundamentalmente en este modelo.

      La segunda concepción, de tipo re-conceptualista, comprende el conocimiento como una construcción individual resultante de la percepción y la interpretación que de la realidad se representa cada persona. Esta visión, si bien acepta un alto grado de relativismo, no niega la posibilidad del conocimiento, ya que parte de la base de que existen un alto número de conceptos comunes entre las personas en un mismo contexto cultural, por lo que el conocimiento puede ser contrastado utilizando el método inductivo. La didáctica que se desprende, con carácter comunicativo, se centra en la figura del estudiante, quien debe implicarse en su propio aprendizaje, quedando el profesor relegado a una figura auxiliar limitada a motivar al estudiante, ayudándolo a reinterpretar los hechos y cuestiones derivadas de su percepción. Es la postura adoptada por la mayoría de sistemas de enseñanza alternativos que suelen etiquetarse bajo la premisa de “educación en libertad”.

      La tercera concepción considera, superando la visión objetiva sobre el conocimiento pero también la percepción del constructo personal, que éste es construido en el interior del contexto social y, como producto histórico, se encuentra sujeto al cambio y la interpretación. Son las urgencias sociales las que definen las preguntas y respuestas a las que la ciencia trata de dar respuesta en cada momento y, como éstas pueden resultar muy condicionadas desde las estructuras de poder, la ideología o el conocimiento que se tiene en ese momento, lo que se pretende es la construcción de un conocimiento crítico continuamente revisado, ya que desde esta percepción el acto de conocer se relaciona con la acción y la modificación de la realidad social existente. Bajo esta perspectiva, la didáctica pretende establecer un proceso dialógico entre profesores y estudiantes que, a través del lenguaje, la reflexión crítica y el cuestionamiento del saber-sabido, permita una construcción conjunta de nuevos modelos o esquemas de procesamiento de la información.

     Aprender no es acumular conocimiento. Bajo esta premisa constructivista, el aprendizaje se produce como un proceso continuo donde el estudiante construye el conocimiento a través de la interacción con el medio socio-cultural donde se sitúa. El cerebro y la memoria no son acumulativos, es decir, los conocimientos que se tratan de aprender memorizándolos son olvidados rápidamente si no interviene la reflexión y la comprensión, que implica una conexión con el mundo real y la experiencia vital del estudiante. Por ello es necesario un componente emocional en el interior del proceso de aprendizaje, una interacción que confronte a las personas con su propia identidad social, que provoque un cuestionamiento del mundo y la realidad a través del pensamiento crítico, un aprendizaje profundo que produzca cambios substanciales en la forma de representar y actuar sobre la realidad. Y el pensamiento crítico se desarrolla a partir del planteamiento y la resolución de problemas, porque sólo a través de la generación de preguntas “vitales” el cerebro se sitúa en posición de modificar las estructuras de conocimiento. Por ello el proceso de aprendizaje debe dirigirse a la reflexión, a cómo generar respuestas y resultados a partir del cuestionamiento y la pregunta, porque la memoria es el resultado de aquello que se ha reflexionado y sólo a través de la formulación de preguntas es posible que avance el conocimiento.