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domingo, 14 de noviembre de 2010

Arte en el Antiguo Egipto - Tercera parte. Escultura y decoración templaria


Las paredes de los templos egipcios aparecían decoradas con toda una serie de bajorrelieves donde los faraones figuraban los hechos más representativos de sus reinados: campañas militares, ofrendas a los dioses, ceremonias religiosas, etc., si bien hay que tener en cuenta que todas ellas eran de carácter simbólico. En muchas ocasiones, por ejemplo, aparece la figura del faraón en acción de golpear a los enemigos de Egipto, pero esto no debe comprenderse literalmente, sino que su significado sería el de mantener a raya las fuerzas del caos, encarnadas en el enemigo, para que no penetren en el interior del templo y por extensión, en todo el país del Nilo. 

Bajorrelieve. Templo de Khnoum, Esna
Para crear los bajorrelieves se preparaba primero una base con un estuco de yeso sobre el que se formaba una cuadrícula donde luego se realizaban los grabados, para que las proporciones fueran perfectas. La representación de personajes se hizo siempre de una forma aspectiva, debido a que en la representación perspectiva no se muestra todo el contenido de la imagen, algo que ellos consideraban de suma importancia. Así, representaban toda la información posible e incluso una cuarta dimensión, el tiempo, por el carácter a modo de viñetas de un cómic que tiene la escritura jeroglífica. Un elemento importante en los bajorrelieves es también el canon sobre la altura de los personajes representados, puesto que cuanto más altos o de mayor tamaño son, tanto mayor importancia se les confería. Así, los dioses y faraones eran los personajes de mayor tamaño.

Estatua de Ramsés II. Templo
de Karnak, Luxor
Sobre la escultura en los templos diremos que estaba totalmente unificada al canon fundamental del arte egipcio, el de la monumentalidad. Tanto la escultura como la decoración tuvieron siempre una funcionalidad mágico-religiosa. La escultura servía para perpetuar la fuerza espiritual, el ka del personaje representado, que normalmente era el faraón o alguna divinidad, siempre dentro de esa intencionalidad de perdurabilidad, y por ello eran construidas normalmente en piedra o incluso en diorita. Para los egipcios también el tipo de material de su escultura conllevaba connotaciones simbólicas: la piedra blanca se asociaba a la pureza; el oro, metal incorruptible, representaba la “carne de los dioses”; la plata, los huesos; la piedra roja, como el granito rojo de las canteras de Asuán, simbolizaba la vida. La escultura, por sus connotaciones mágico-religiosas, y a excepción de breves periodos como el amarniense, fue en todo momento de corte idealista, representando al faraón siempre con un porte hierático característico, pues no en vano era la encarnación de la divinidad en la tierra.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Arte en el Antiguo Egipto - Segunda parte. El templo egipcio


En el post anterior vimos algunas de las características generales del arte egipcio y también algunas nociones sobre su arquitectura. Hoy recorreremos cada una de las partes de que constaba un templo egipcio y sus correspondientes funciones.

1.- Temenos: el muro exterior del recinto del templo o temenos simboliza las aguas primordiales de donde surgió la creación. El agua es para los egipcios el elemento del que surge la vida; antes de venir a la existencia, el universo se halla “latente” o inmanifestado, por eso el interior del temenos, el recinto del templo, simboliza el cosmos ordenado, mientras que el exterior representa lo inmanifestado, el caos primordial.

2.- Avenidas de esfinges, carneros o monolitos: Representan el camino que atraviesa de lo inmanifestado a la manifestación. Las esfinges, símbolos solares, eran para los egipcios las presencias o seres que guardaban el amanecer y el atardecer, los cambios de dimensión.

3.- Pilono: La entrada principal al recinto propiamente dicho del templo, que solía estar guardada por dos colosos que reflejaban el rostro del faraón y que, con mirada severa, simbolizaban los guardianes del umbral de acceso a lo sagrado. El pilono se encontraba orientado al este y de él se colgaban los banderines denominados Neter, que significa divinidad. También, junto a los colosos, se erigían los obeliscos, auténticos “rayos de sol petrificados” que simbolizan el poder de Ra, el dios del Sol.

4.- Patio Interior: generalmente porticado, aunque abierto a la luz solar, constituía el recinto donde se celebraban las fiestas sagradas dedicadas al dios. Era la única parte del templo donde se permitía el acceso al pueblo llano, a los no iniciados en los misterios de la divinidad.

Detalle sala hipóstila.
Templo de Karnak, Luxor
5.- Sala hipóstila: sala cubierta donde un bosque de monumentales columnas soportan el entablamento. De acceso restringido a sacerdotes y miembros de la alta realeza, simboliza el espacio donde se desarrolla la vida, la naturaleza, entre la tierra y el cielo, por ello el techo solía estar decorado representando la bóveda celeste. Las columnas, asociadas en este caso al dios Shu, el espacio vital, son el eje que comunica los tres mundos, el mayor exponente de lo espiritual. Siguiendo el canon egipcio de representación de elementos naturales, los capiteles de las columnas figuraban una flor de loto, abierta o cerrada en función de su proximidad al eje principal de la sala hipóstila, en función de su proximidad a la luz solar, una planta de papiro, tal vez una palmera o incluso la cabeza de la diosa Hathor .

6.- Sala de la barca: aquí se guardaba la barca del dios, que utilizaban durante sus anuales fiestas conmemorativas para transportarlo (tal vez una reminiscencia de aquellas procesiones podamos encontrarlo en nuestras festividades de Semana Santa o las tradicionales romerías andaluzas).

7.- Santuario: era la sala más profunda, oscura e inaccesible del templo, de acceso restringido únicamente al sumo sacerdote y al faraón, donde se guardaba la estatua o imagen "viva" del dios.

lunes, 25 de octubre de 2010

Arte en el Antiguo Egipto - Primera parte


Toda manifestación artística en el Antiguo Egipto siempre tuvo connotaciones sagradas. Ellos pensaban que cualquier componente manifestado del mundo visible había sido concebido en la mente del Creador (Atum-Ra según la teología heliopolitana) y por ello el universo constituía un todo orgánico donde cualquier elemento natural estaba penetrado por la esencia divina. Fue de esta forma como tomaron de la naturaleza los modelos simbólicos que impregnan todo su pensamiento y consecuentemente también todo su arte. La escritura, la pintura, la escultura o la arquitectura reflejan ese anhelo de recrear las obras divinas, reflejan ese intento de imitar la perfección de la naturaleza. En las representaciones artísticas que representan dioses del panteón egipcio, por ejemplo, la imagen bajo la que aparecen los dioses puede distanciarse en poco o completamente de las formas humanas y adoptar apariencias copiadas de la fauna y de la flora o también estar representada como atributos o símbolos. Dicho de otra forma, las deidades constituían la encarnación viva de las fuerzas de la naturaleza y el cosmos que observaban a su alrededor, asociando la representación aspectiva* concreta de una deidad con las características formales de un elemento natural. Como ejemplo podemos citar el caso de la diosa egipcia Hathor, diosa asociada con la fertilidad y el amor que simboliza la “Gran Madre Cósmica”, representada en ocasiones con la forma de una vaca por las propias connotaciones simbólicas que este animal mantiene con la idea de fertilidad.

En el caso concreto de su arquitectura, ese anhelo de reflejar la perfección de la naturaleza se tradujo en un estudio de las proporciones que luego aplicaron a sus construcciones. Sus templos debían reflejar el orden universal cumpliendo las leyes de la armonía, el equilibrio y la proporción. Todo elemento del templo constituía un elemento simbólico que se mantuvo casi invariable a lo largo de toda la historia de esta milenaria civilización, por esa misma mentalidad sacralizada donde todo constituía un cosmos ordenado. Esa concepción hizo que el material de construcción de los templos, destinados a perdurar, fuera la piedra, material de eternidad por excelencia. También se construyeron siempre siguiendo una orientación en función de los cuatro ejes cardinales que ellos identificaban fácilmente gracias al curso del Nilo, de Sur a Norte, por un lado, y a la salida y puesta del Sol, por el otro. A estos se añade un tercer eje comentado en posts anteriores (axis mundi), aquél que comunica el mundo celeste con la tierra y el inframundo y simbolizado en su arquitectura por las monumentales columnas. Para aumentar el misterio que implica la penetración al interior del templo, lugar de contacto con lo divino, a medida que se avanza hacia su corazón la iluminación disminuye mientras que los techos son cada vez más bajos y los suelos cada vez más altos.
Continuará...

* Los egipcios no representaban las partes del cuerpo humano según su ubicación real (perspectiva) sino teniendo en cuenta la posición desde la que mejor se observara cada una de las partes: la nariz y el tocado de perfil, que es como más resaltan; y ojos, brazos y tronco, de frente.