martes, 15 de marzo de 2011

¡La psicología está de moda! (charla ficticia a unos chavales de instituto). I Parte


Durante los próximos posts os presento una charla ficticia que he elaborado tratando de imaginar que la escribía para que unos alumnos de instituto pudieran acercarse al fabuloso mundo de la mente humana y la ciencia que la estudia, la psicología...

Buenas tardes a todos y bienvenidos a estas jornadas culturales dedicadas a las ciencias sociales que se inician con esta charla sobre psicología. Mi nombre es Alex, soy estudiante de humanidades y trataré de transmitiros una pincelada de las posibilidades de esta ciencia a través de la comparación de dos tendencias distintas, de dos formas científicas de comprender y estudiar la mente humana. Durante la charla, veréis que esta ciencia puede ser más divertida de lo que pensáis, ya que su estudio permite comprender el por qué, entre otras cosas, de muchas de las ideas y opiniones que tenéis, de cómo os comportáis, vosotros mismos y aquellos que os rodean.

Decidme. ¿Os habéis preguntado por qué cada persona se comporta de forma diferente, pero a la vez parecida? En las relaciones con vuestros compañeros, amigos o familiares ¿sois el centro de atención o preferís quedaros en segundo plano, sin que se os vea? ¿Sois valientes o cobardes? ¿Os incomoda algún aspecto de vuestro carácter? ¿Creéis que es posible cambiar aquellas cosas que no os gustan en vuestra forma de ser?

Bien, esos son algunos de los problemas que se plantea la psicología moderna, desde que se estableció como ciencia independiente de la filosofía a mediados del s. XIX de la mano de Wilhelm Wundt, un estudioso alemán pionero en el desarrollo del primer método experimental dirigido al estudio científico de la mente humana. Aunque limitada, su psicología de la conciencia sentó las bases de todos los estudios posteriores, de entre los cuales uno de los que más ha influido hasta la actualidad es el conductismo, corriente fundada por el norteamericano John B. Watson y cuyas técnicas psicológicas continúan, como veréis luego, utilizándose para condicionar la conducta de la gente, por ejemplo, en la creación y mantenimiento de determinadas modas con una finalidad publicitaria.

El conductismo parte de las bases del materialismo y el pragmatismo, dos de las principales filosofías que forjaron la sociedad moderna tal y como es hoy en día. De origen norteamericano, materialismo y pragmatismo piensan que el mundo material, aquel que vemos y experimentamos cada día, es la única realidad existente, y así todo puede explicarse en función de las leyes de la naturaleza. Todo es explicado y desarrollado en función de su posible utilidad, también en el campo de la mente humana. Dicho de otra forma, si me dices para qué sirve y estudiando cómo funciona te diré lo que es…

Bajo esta forma de entender la ciencia, el conductismo creía que el hombre no tiene una mente propia, ni siquiera sentimientos, tan sólo un cerebro que responde a una serie de estímulos externos que le son proporcionados por su entorno, por su interacción con el mundo que le rodea: sus familiares, amigos y personas más cercanas, pero también por las normas sociales, los medios de comunicación, y un muy largo etcétera que reúne todo aquello que atrae la atención de cada uno de nosotros durante todas las horas que nos mantenemos despiertos. Este planteamiento tan radical, enunciado por el psicólogo neoconductista Burrhus F. Skinner, que reduce a los seres humanos a poco más que animales, niega la existencia de la mente y se centra en el estudio de la conducta humana, en el para qué sirve y cómo funciona para poder controlarlo, condicionarlo y dirigirlo hacia donde a mi me convenga. No importa lo que es, no importa el contenido. Es más, Skinner niega ese contenido, niega la existencia de una conciencia. Igual que si yo te pincho con una aguja siempre obtendré la misma respuesta por tu parte, esto es, un salto y un chillido de dolor, los conductistas y neoconductistas pensaban que a cualquier estímulo psicológico siempre le corresponde la misma respuesta, y por ello la conducta puede predecirse, controlarse e incluso modificarse a voluntad.

En el año 1920, Watson realizó algunos experimentos de condicionamiento con un bebé de ocho meses. El psicólogo presentaba al bebé un pequeño ratoncito blanco ante el cual el niño sonreía. Le gustaba. Luego se lo volvía a enseñar, pero poco después hacía sonar un ruidoso gong que molestaba y hacía llorar al niño. Después de repetir el experimento varias veces, cuando el bebé veía el ratón éste lloraba y trataba de alejarse gateando sin necesidad de hacer sonar el gong. El niño había asociado al animal con una sensación, el molesto ruido. Más adelante, incluso llegó a ampliar la sensación que le provocaba miedo, a otros objetos y animales que le presentaban, como un perro, un conejo o una máscara. Habían condicionado su conducta.

Continuará...

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