lunes, 20 de diciembre de 2010

El poder de crear nuestra realidad. Segunda parte


La fe mueve montañas. Este tópico, presente en nuestra mentalidad desde tiempos inmemoriales, se refiere al poder que las ideas, las creencias ya no a nivel intelectual, sino experiencial y vivencial, ejercen sobre nosotros. Nuestras ideas crean la realidad a un nivel que no debe despreciarse. Lévi-Strauss*, en sus investigaciones sobre curas chamanísticas en algunas culturas tradicionales, se preguntó cómo era posible que unas técnicas totalmente alejadas de la medicina positiva fueran capaces de lograr la curación, en apariencia milagrosa, de sus pacientes. Sus conclusiones fueron realmente asombrosas. La eficacia de este tipo de hechiceros radicaba en el nivel de aceptación, de creencia que le otorgaban tanto el paciente como su entorno socio-cultural (su eficacia como sanador era reconocida por el colectivo). Así, mediante complejos rituales que a nosotros podrían semejarnos delirantes escenificaciones, lograban la sanación de múltiples enfermedades de carácter psicosomático.

Más allá de los mecanismos de control social, este conocimiento resulta un singular instrumento en la construcción de nuestra propia realidad. ¿Se han preguntado alguna vez cómo cambiar determinados aspectos de su vida? ¿Cómo pueden reorientar, o tal vez simplemente reafirmar, algunas ideas o convicciones que les provocan dudas? A continuación expondré un ejemplo práctico.

Tal vez nos encontremos limitados por nuestro entorno, nuestros prejuicios e ideas preconcebidas, y también por los condicionantes sociales. Pero ante todo, es primordial un primer trabajo de reflexión interior dirigido a formar en nuestra conciencia, a buscar la idea más elevada de que seamos capaces, una idea que, a nivel emocional, nos provoque la mayor sensación de felicidad, bienestar y pasión.

¿Ya han averiguado cuál es?

Pongamos por ejemplo que para una persona, la idea más elevada, aquella que podría hacerle más feliz en su existencia, podría ser el sentirse permanentemente enamorado, el experimentar ese sentimiento cada día de su vida. Imaginen que esa emoción, ese proceso psíquico, condicionante social o arquetipo cósmico que denominamos amor, no importa por qué, provoca en todo su ser (físico, psíquico, emocional, ¿espiritual?) una reacción que desencadena un torrente de bienestar, de entusiasmo, de alegría. Esta persona, cuando imagina que se siente así en todo momento, para él resulta maravilloso. El problema es que pasado un tiempo, la inmediatez le reclama, el momento desaparece y queda olvidado. ¿Cómo lo convierte en constante?

Tras el trabajo de reflexión inicial, puede resultar conveniente el hecho de escribir la idea y las emociones que la acompañan, nombrándolas después en voz alta con el objetivo de “crearlas”, de otorgarle una forma real en su propia conciencia. A partir de aquí, será por repetición constante como la idea y sus efectos en la experiencia se instalarán definitivamente en su mente, creciendo, tal vez ampliándose desde la forma de amor que más se asocia con la idea, el amor de pareja, hacia un amor más holístico, más global; se habrá convertido en una realidad; así es como ustedes la experimentarán, porque repitiendo, creyendo con tenacidad en una idea, es como ésta se materializa en el mundo, aunque este mundo se limite al campo de sus propias conciencias.

Podrían argumentarse dos debilidades a este sistema. La primera, es que hay momentos, días en que las circunstancias hacen sumamente complicado enfocar la idea y asociarla a la emoción, es decir, forzarse a sentir una emoción como el amor un día de esos que llamamos “negros”. Bien, pueden ayudarse mediante, por ejemplo, una buena música, pues el gran don de la música consiste en las emociones que, inconscientemente, nos transmite. Por otra parte, alguien podría indicar que la repetición, la rutinización comporta la progresiva desaparición del entusiasmo y la ilusión, de la fuerte emoción que al principio nos provocaba la idea. Tengan en cuenta que las ideas son una producción del pensamiento lógico-racional, mientras que las emociones intensas no tienen sentido fuera del mundo de la acción. Cada día pueden surgir oportunidades para poder crear y vivir con esas ideas y emociones, cada día surgen ocasiones para sentirse enamorado, libre o justo en medio de nuestra vida cotidiana. Hagan la prueba, tal vez una ayuda prestada al necesitado, tal vez una simple sonrisa que levante el ánimo de alguien sumido en la tristeza… La única forma de mantener permanentemente ese estado deseado es mediante la acción.

Les invito a crear sus propias realidades, a trabajar por sus anhelos, les invito a descubrir por ustedes mismos el antiguo elixir de los alquimistas… Felices fiestas!!

* Claude Lévi-Strauss (1908 - 2009), antropólogo francófono belga fundador de la antropología estructural.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El poder de crear nuestra realidad. Primera parte


¿Se han fijado en la enorme influencia que determinadas ideas ejercen sobre nuestra forma de ver la vida? ¿Cómo experimentamos el amor? ¿La justicia? ¿La libertad? ¿Qué hace diferentes, especiales a estas ideas en comparación con otras? ¿De dónde proviene su poder sobre nosotros?

Nuestra personal visión de la existencia se fundamenta sobre una singular serie de conceptos más o menos integrados socialmente y aceptados individualmente, que estructuran nuestra realidad vivencial, una serie de significados que constituyen una estructura, casi una institución sobre la forma como experimentamos la realidad individual y colectivamente. La historia de la filosofía y, en general, de las ciencias humanas se halla plagada de teóricos que han tratado de aportar diferentes explicaciones a este problema: Platón y la filosofía idealista en general otorgaban una entidad real y separada a tales ideas (bien, justicia, belleza, etc.), las llamaron arquetipos universales y creyeron que el mundo natural no era más que una copia, un reflejo en la materia de esos mundos invisibles y perfectos; otras corrientes las consideraron más bien categorías restringidas por el contexto socio-cultural, es decir, el significado de una idea como la justicia o la libertad puede variar dependiendo de la cultura que la formule. En este sentido, este tipo de ideas no dejan de resultar auténticas instituciones, mecanismos del colectivo que aportan los modelos considerados válidos (estereotipos) tanto para la propia percepción como para el desarrollo del individuo en sociedad.

Pero más allá de su origen y su misma esencia, tal vez debamos investigar su funcionamiento en nosotros mismos y nuestro entorno. ¿Qué significa para mi entorno la libertad? ¿Cómo la experimenta? ¿Cómo la experimento yo? ¿De qué forma puede una idea penetrar, crecer y llegar a dominar toda la experiencia de una persona?

Contrariamente a lo que podría parecer, se trata de un mecanismo sumamente sencillo. Cuando se desea establecer una idea en la conciencia colectiva, ésta debe acompañarse de repetición y sentimiento. Uno de los procesos de aprendizaje fundamentales en el ser humano es el método por ensayo y error, desarrollando nuestras habilidades mediante la repetición ya desde la infancia. Y más allá de esto, el hombre tiende a rutinizar su existencia, debido a una necesidad intrínseca de orden y autocontrol, puesto que lo extraordinario, la anomalía y lo inesperado suelen ser causa de tensiones a nivel psicológico. Por otra parte, para que una idea se imponga, debe acompañarse de un fuerte componente emocional, debe dirigirse más hacia el sentimiento que hacia la razón lógica. Un ejemplo clarificador sobre cómo actúan estos mecanismos en el particular caso de la manipulación consumista a través de los medios de comunicación de masas, podría ser la forma como se forjan la mayoría de anuncios publicitarios desde hace algunos años. El producto que se desea vender es asociado con alguna de las ideas “arquetípicas” que permanecen invariablemente en la mente del colectivo, por ejemplo, la idea de libertad. Aunque esto resulte una falsedad, la constante repetición del anuncio provoca en la mentalidad un efecto inconsciente de rutinización, es decir, con el tiempo la mera imagen o mención del producto es realmente asociada por el individuo a una idea, tal vez un estilo de vida, y una emoción, el deseo de poseer ese “bien” material para satisfacer una “necesidad” de bienestar. A la luz de lo expuesto, reflexionen, por ejemplo, en los efectos que les produce la siguiente frase: “¿Te gusta conducir?”

Continuará...

lunes, 6 de diciembre de 2010

Hypatia de Alejandría. Segunda parte, el final del mundo clásico.


Hypatia murió en marzo del año 415, y su asesinato está descrito en la obra de Sócrates el escolástico, un historiador cristiano del s. V:

"Todos los hombres la reverenciaban y admiraban por la singular modestia de su mente. Por lo cual había gran rencor y envidia en su contra, y porque conversaba a menudo con Orestes, y se contaba entre sus familiares, la gente la acusó de ser la causa de que Orestes y el obispo no se habían hecho amigos. Para decirlo en pocas palabras, algunos atolondrados, impetuosos y violentos cuyo capitán y guía era Pedro, un lector de esa iglesia, vieron a esa mujer cuando regresaba a su casa desde algún lado, la arrancaron de su carruaje; la arrastraron a la iglesia llamada Cesárea; la dejaron totalmente desnuda; le tasajearon la piel y las carnes con caracoles afilados, hasta que el aliento dejó su cuerpo; descuartizan su cuerpo; llevaron los pedazos a un lugar llamado Cinaron y los quemaron hasta convertirlos en cenizas.”

Hypatia, por
Charles W. Mitchel
No se sabe si Cirilo ordenó directamente el asesinato, pero como mínimo creó el clima político que hicieron posible unos hechos tan crueles. Más tarde Cirilo fue canonizado.

Orestes informó del asesinato y solicitó a Roma que se iniciara una investigación, pero luego hubo de renunciar a su puesto y huir de Alejandría. La investigación se pospuso repetidas veces por "falta de testigos" y más tarde Cirilo proclamó que Hypatia continuaba con vida en Atenas.

Aunque la vida de Hypatia acabó trágicamente, su obra permaneció, alcanzando logros extraordinarios para una mujer de su época. Los filósofos la consideraron una mujer de gran conocimiento y una maestra excelente. Su brutal asesinato ha sido considerado como uno de los indicadores del final de la enseñanza filosófico-científica, de la sabiduría clásica, en Alejandría y en todo el Imperio romano. Con el asesinato de Hypatia occidente de sumió en mil años de oscurantismo medieval, si bien la ciencia griega sobrevivió en Bizancio y floreció en el mundo árabe, hasta que fue rescatada, para occidente, por los humanistas del Renacimiento florentino a partir del s. XV.

martes, 30 de noviembre de 2010

Hypatia de Alejandría, la última filósofa. Primera parte

Supuestamente nacida alrededor del año 370 d.C., aunque algunos historiadores establecen la fecha de su nacimiento bastante antes, en el año 355. El padre de Hypatia, Theon, era un matemático y astrónomo que trabajaba en el Museion*, en Alejandría. Supervisó todos los aspectos de la formación de su hija, educándola en un ambiente de pensamiento y reflexión. Según la leyenda, estaba decidido a que se convirtiera en "un ser humano perfecto", desarrollando para ella una rutina física que le asegurase un cuerpo saludable y una mente muy funcional. Entre ambos se creó un fuerte vínculo, compartiendo su pasión por la búsqueda de respuestas a lo desconocido. Era realmente una joven excepcional. La mayoría de los historiadores cree que superó en conocimiento a su padre.

Hypatia según Rafael
Theon instruyó a Hypatia en la comprensión de las diferentes religiones del mundo y le enseñó el arte de la oratoria, así como los principios de la enseñanza, lo que motivó que personas de otras ciudades acudieran a estudiar con ella. Viajó a Grecia e Italia, impresionando a todos los que la conocieron por su inteligencia y su belleza. De regreso en Alejandría, se dedicó a la enseñanza de las matemáticas y la filosofía. En ese momento histórico, el Museion había perdido su preeminencia como centro de enseñanza, y Alejandría contaba con escuelas diferentes para paganos, judíos y cristianos. Sin embargo, enseñaba a miembros de todas las religiones, y quizá llegó incluso a ser titular de una cátedra municipal de filosofía. Según el enciclopedista bizantino Suidas, "fue oficialmente nombrada para explicar las doctrinas de Platón y Aristóteles”. Los estudiantes acudían a Alejandría para asistir a las lecciones de Hypatia sobre matemáticas, astronomía, filosofía y mecánica. Su casa se convirtió en un centro intelectual, donde se reunían los estudiosos para discutir cuestiones científicas y filosóficas.

Hypatia se enfrascó en la política de Alejandría. Uno de sus alumnos, Hesiquio el Hebreo, escribió: "Vestida con el manto de los filósofos, abriéndose paso en medio de la ciudad, explicaba públicamente los escritos de Platón, o de Aristóteles, o de cualquier filósofo, a todos los que quisieran escuchar. Los magistrados solían consultarla en primer lugar para su administración de los asuntos de la ciudad."

Como pagana, partidaria del pensamiento helénico y personaje político influyente, se encontraba en una situación muy peligrosa en una ciudad donde el cristianismo arraigaba paulatinamente. En 412 Cyrilo, un cristiano fanático, se convirtió en Patriarca de Alejandría, y se desarrolló una intensa hostilidad entre él y Orestes, prefecto romano de Egipto, antiguo alumno y viejo amigo de Hypatia. Poco después de asumir el poder, Cyrilo comenzó a perseguir a los judíos, a quienes echó de la ciudad a millares. Luego, a pesar de la vehemente oposición de Orestes, dedicó su atención a librar la ciudad de los "filósofos paganos". Haciendo caso omiso de los ruegos de Orestes, Hypatia se negó a traicionar sus ideales y convertirse al cristianismo, poniéndose a sí misma en un serio peligro...

Continuará.

* Dedicado a las nueve musas, el Museion era un templo adjunto a la Biblioteca alejandrina que contaba con una gran infraestructura dedicada al estudio y el conocimiento.  Con salas de conferencias, aulas dedicadas a la enseñanza, laboratorios y observatorios, era lo más parecido a una universidad moderna que existía en el mundo antiguo. Del término deriva la moderna palabra "museo".

domingo, 14 de noviembre de 2010

Arte en el Antiguo Egipto - Tercera parte. Escultura y decoración templaria


Las paredes de los templos egipcios aparecían decoradas con toda una serie de bajorrelieves donde los faraones figuraban los hechos más representativos de sus reinados: campañas militares, ofrendas a los dioses, ceremonias religiosas, etc., si bien hay que tener en cuenta que todas ellas eran de carácter simbólico. En muchas ocasiones, por ejemplo, aparece la figura del faraón en acción de golpear a los enemigos de Egipto, pero esto no debe comprenderse literalmente, sino que su significado sería el de mantener a raya las fuerzas del caos, encarnadas en el enemigo, para que no penetren en el interior del templo y por extensión, en todo el país del Nilo. 

Bajorrelieve. Templo de Khnoum, Esna
Para crear los bajorrelieves se preparaba primero una base con un estuco de yeso sobre el que se formaba una cuadrícula donde luego se realizaban los grabados, para que las proporciones fueran perfectas. La representación de personajes se hizo siempre de una forma aspectiva, debido a que en la representación perspectiva no se muestra todo el contenido de la imagen, algo que ellos consideraban de suma importancia. Así, representaban toda la información posible e incluso una cuarta dimensión, el tiempo, por el carácter a modo de viñetas de un cómic que tiene la escritura jeroglífica. Un elemento importante en los bajorrelieves es también el canon sobre la altura de los personajes representados, puesto que cuanto más altos o de mayor tamaño son, tanto mayor importancia se les confería. Así, los dioses y faraones eran los personajes de mayor tamaño.

Estatua de Ramsés II. Templo
de Karnak, Luxor
Sobre la escultura en los templos diremos que estaba totalmente unificada al canon fundamental del arte egipcio, el de la monumentalidad. Tanto la escultura como la decoración tuvieron siempre una funcionalidad mágico-religiosa. La escultura servía para perpetuar la fuerza espiritual, el ka del personaje representado, que normalmente era el faraón o alguna divinidad, siempre dentro de esa intencionalidad de perdurabilidad, y por ello eran construidas normalmente en piedra o incluso en diorita. Para los egipcios también el tipo de material de su escultura conllevaba connotaciones simbólicas: la piedra blanca se asociaba a la pureza; el oro, metal incorruptible, representaba la “carne de los dioses”; la plata, los huesos; la piedra roja, como el granito rojo de las canteras de Asuán, simbolizaba la vida. La escultura, por sus connotaciones mágico-religiosas, y a excepción de breves periodos como el amarniense, fue en todo momento de corte idealista, representando al faraón siempre con un porte hierático característico, pues no en vano era la encarnación de la divinidad en la tierra.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Arte en el Antiguo Egipto - Segunda parte. El templo egipcio


En el post anterior vimos algunas de las características generales del arte egipcio y también algunas nociones sobre su arquitectura. Hoy recorreremos cada una de las partes de que constaba un templo egipcio y sus correspondientes funciones.

1.- Temenos: el muro exterior del recinto del templo o temenos simboliza las aguas primordiales de donde surgió la creación. El agua es para los egipcios el elemento del que surge la vida; antes de venir a la existencia, el universo se halla “latente” o inmanifestado, por eso el interior del temenos, el recinto del templo, simboliza el cosmos ordenado, mientras que el exterior representa lo inmanifestado, el caos primordial.

2.- Avenidas de esfinges, carneros o monolitos: Representan el camino que atraviesa de lo inmanifestado a la manifestación. Las esfinges, símbolos solares, eran para los egipcios las presencias o seres que guardaban el amanecer y el atardecer, los cambios de dimensión.

3.- Pilono: La entrada principal al recinto propiamente dicho del templo, que solía estar guardada por dos colosos que reflejaban el rostro del faraón y que, con mirada severa, simbolizaban los guardianes del umbral de acceso a lo sagrado. El pilono se encontraba orientado al este y de él se colgaban los banderines denominados Neter, que significa divinidad. También, junto a los colosos, se erigían los obeliscos, auténticos “rayos de sol petrificados” que simbolizan el poder de Ra, el dios del Sol.

4.- Patio Interior: generalmente porticado, aunque abierto a la luz solar, constituía el recinto donde se celebraban las fiestas sagradas dedicadas al dios. Era la única parte del templo donde se permitía el acceso al pueblo llano, a los no iniciados en los misterios de la divinidad.

Detalle sala hipóstila.
Templo de Karnak, Luxor
5.- Sala hipóstila: sala cubierta donde un bosque de monumentales columnas soportan el entablamento. De acceso restringido a sacerdotes y miembros de la alta realeza, simboliza el espacio donde se desarrolla la vida, la naturaleza, entre la tierra y el cielo, por ello el techo solía estar decorado representando la bóveda celeste. Las columnas, asociadas en este caso al dios Shu, el espacio vital, son el eje que comunica los tres mundos, el mayor exponente de lo espiritual. Siguiendo el canon egipcio de representación de elementos naturales, los capiteles de las columnas figuraban una flor de loto, abierta o cerrada en función de su proximidad al eje principal de la sala hipóstila, en función de su proximidad a la luz solar, una planta de papiro, tal vez una palmera o incluso la cabeza de la diosa Hathor .

6.- Sala de la barca: aquí se guardaba la barca del dios, que utilizaban durante sus anuales fiestas conmemorativas para transportarlo (tal vez una reminiscencia de aquellas procesiones podamos encontrarlo en nuestras festividades de Semana Santa o las tradicionales romerías andaluzas).

7.- Santuario: era la sala más profunda, oscura e inaccesible del templo, de acceso restringido únicamente al sumo sacerdote y al faraón, donde se guardaba la estatua o imagen "viva" del dios.

lunes, 25 de octubre de 2010

Arte en el Antiguo Egipto - Primera parte


Toda manifestación artística en el Antiguo Egipto siempre tuvo connotaciones sagradas. Ellos pensaban que cualquier componente manifestado del mundo visible había sido concebido en la mente del Creador (Atum-Ra según la teología heliopolitana) y por ello el universo constituía un todo orgánico donde cualquier elemento natural estaba penetrado por la esencia divina. Fue de esta forma como tomaron de la naturaleza los modelos simbólicos que impregnan todo su pensamiento y consecuentemente también todo su arte. La escritura, la pintura, la escultura o la arquitectura reflejan ese anhelo de recrear las obras divinas, reflejan ese intento de imitar la perfección de la naturaleza. En las representaciones artísticas que representan dioses del panteón egipcio, por ejemplo, la imagen bajo la que aparecen los dioses puede distanciarse en poco o completamente de las formas humanas y adoptar apariencias copiadas de la fauna y de la flora o también estar representada como atributos o símbolos. Dicho de otra forma, las deidades constituían la encarnación viva de las fuerzas de la naturaleza y el cosmos que observaban a su alrededor, asociando la representación aspectiva* concreta de una deidad con las características formales de un elemento natural. Como ejemplo podemos citar el caso de la diosa egipcia Hathor, diosa asociada con la fertilidad y el amor que simboliza la “Gran Madre Cósmica”, representada en ocasiones con la forma de una vaca por las propias connotaciones simbólicas que este animal mantiene con la idea de fertilidad.

En el caso concreto de su arquitectura, ese anhelo de reflejar la perfección de la naturaleza se tradujo en un estudio de las proporciones que luego aplicaron a sus construcciones. Sus templos debían reflejar el orden universal cumpliendo las leyes de la armonía, el equilibrio y la proporción. Todo elemento del templo constituía un elemento simbólico que se mantuvo casi invariable a lo largo de toda la historia de esta milenaria civilización, por esa misma mentalidad sacralizada donde todo constituía un cosmos ordenado. Esa concepción hizo que el material de construcción de los templos, destinados a perdurar, fuera la piedra, material de eternidad por excelencia. También se construyeron siempre siguiendo una orientación en función de los cuatro ejes cardinales que ellos identificaban fácilmente gracias al curso del Nilo, de Sur a Norte, por un lado, y a la salida y puesta del Sol, por el otro. A estos se añade un tercer eje comentado en posts anteriores (axis mundi), aquél que comunica el mundo celeste con la tierra y el inframundo y simbolizado en su arquitectura por las monumentales columnas. Para aumentar el misterio que implica la penetración al interior del templo, lugar de contacto con lo divino, a medida que se avanza hacia su corazón la iluminación disminuye mientras que los techos son cada vez más bajos y los suelos cada vez más altos.
Continuará...

* Los egipcios no representaban las partes del cuerpo humano según su ubicación real (perspectiva) sino teniendo en cuenta la posición desde la que mejor se observara cada una de las partes: la nariz y el tocado de perfil, que es como más resaltan; y ojos, brazos y tronco, de frente.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Carta del Jefe Seattle al presidente de los Estados Unidos. Segunda parte

Esta semana os presento la segunda parte de la Carta del Jefe Seattle, maravilloso documento que seguro nos hará cuestionarnos algunas cosas. ¿Realmente eran los hombres y mujeres de las culturas tradicionales unos “primitivos”, unos “salvajes”? Y a nosotros, ¿Realmente se nos puede llamar “civilizados”?

Que cada cual extraiga sus propias conclusiones…

La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra, a su hermano y al cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto.

Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea porque soy un salvaje y no comprendo.

No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir las alas de un insecto. Mas tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido parece solamente insultar los oídos.

¿Qué resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de un ave o el croar nocturno de las ranas alrededor de un lago?. Yo soy un hombre piel roja y no comprendo. El indio prefiere el suave murmullo del viento encrespando la superficie del lago, y el propio viento, limpio por una lluvia diurna o perfumado por los pinos.

El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas comparten el mismo aire -el animal, el árbol, el hombre- todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira. Como una persona agonizante, es insensible al mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre blanco, él debe recordar que el aire es valioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro. Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de los prados.

Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.

Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar. Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar. Yo soy un hombre salvaje y no comprendo cómo es que el caballo humeante de hierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.

¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo.

Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.

Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas la cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo.

Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.

Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo. Veremos. De una cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el mismo Dios.

Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no es posible, Él es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel roja como para el hombre piel blanca.

La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador. Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos.

Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre piel roja.

Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.

lunes, 4 de octubre de 2010

Carta del Jefe Seattle al presidente de los Estados Unidos. Primera parte

Esta semana os presento un maravilloso documento que muestra la integración con la naturaleza, aquella perdida visión de comprender la naturaleza y el cosmos como si de un ser vivo, como si de nuestra propia madre se tratara, mostrando además el respeto que se merece, que poseían la mayoría de culturas tradicionales que en el mundo han existido.

En 1854, el presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce envió una oferta de compra a Seattle, jefe de la tribu india de los Suwamish, para adquirir los territorios que hoy en día comprenden el estado de Washington. A cambio, se comprometía a crear una reserva donde los indios podrían vivir sin ser molestados. En 1855 el Jefe Seattle respondía de la siguiente manera:


El Gran Jefe Blanco de Wáshington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe Blanco de Wáshington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.


¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña.

Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?

Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.

Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.

Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Wáshington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Pero eso no será fácil. Esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.

Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también. Por lo tanto, ustedes deberán dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa. Roba de la tierra aquello que sería de sus hijos y no le importa.

Continuará...

lunes, 27 de septiembre de 2010

Reflexiones sobre el arte. Segunda Parte


¿Qué es el arte? ¿Para qué sirve? La semana pasada recorríamos los intentos por definir el arte y la obra artística que se han venido realizando desde algunos ámbitos académicos. Veíamos cómo todas esas definiciones resultaban, cuanto menos, limitadas.

Podríamos pensar entonces que aquello que define el arte en el mundo moderno viene marcado por los intereses económicos de galerías, subastas, críticos y patrocinadores de arte. La mercantilización del arte ha provocado varios efectos negativos. Los circuitos son controlados por grandes magnates que promocionan la obra de ciertos artistas afines. La sola exposición de sus obras en las galerías y exposiciones que estos magnates organizan, contribuyen al aumento del precio del objeto artístico y al reconocimiento de su creador, gracias a la difusión que realizan los medios de comunicación. A esto se debe añadir un componente de inseguridad que el arte contemporáneo provoca a una gran parte de la sociedad, en sus diferentes estratos, seguramente por las ideas preconcebidas sobre la naturaleza del arte y su significado, que permanecen arraigadas en la conciencia de las personas.

Además de los mencionados intereses económicos, autoras como Patricia Mayayo contribuyen a recordarnos el papel que, a lo largo de la historia, han desempeñado las mujeres artistas. Relegadas al papel de objeto de la representación, ellas siempre se encontraron subordinadas a los intereses de los hombres, quienes las mantuvieron alejadas de la esfera artística mediante, por ejemplo, la creación de estereotipos del ideal que representaba ser una mujer. Según Mayayo, “el arte ha tenido un papel fundamental en la creación y difusión de determinados estereotipos femeninos, y ha sido un mecanismo de regulación de las conductas mediante el cual se ha adoctrinado a las mujeres sobre aquellos roles que han de representar” (Patricia Mayayo, (2003), Historia de mujeres, historias del arte. Madrid. Cátedra. Col. Ensayos Arte Cátedra). Así, durante la antigüedad clásica resultaron figuradas como matronas de los futuros guerreros, defensores de la polis y de una ideología paternalista; en época medieval, el cristianismo contribuyó a despojarlas incluso de su función como creadoras*, y el modelo femenino giró en torno a la idea de la castidad y pureza virginales; el renacimiento transmutó a la mujer en un signo de prestigio social para su colectivo o familia; el barroco la utilizó como objeto de consumo erótico; las “luces” del Antiguo Régimen (me refiero a la Ilustración del s. XVIII) crearon un modelo del decoro femenino; el liberalismo del s. XIX, un concepto separado de “arte femenino”. Incluso hoy en día, si nos detenemos sobre una clasificación de aquellos creadores considerados como mejores artistas contemporáneos, observaremos la total ausencia de mujeres.

Ante la imposibilidad de aportar una definición universal sobre los conceptos de arte y objeto artístico, y tras recorrer las definiciones y usos que determinados segmentos de la sociedad le han otorgado a lo largo de la historia, podríamos abrigar una cierta sensación de desánimo ante cualquier manifestación artística. Pero esto sería incurrir en un error, puesto que la historia del arte que conocemos se ha venido centrando tradicionalmente en las creaciones de los considerados como grandes “genios” de la humanidad, estableciendo en nuestra conciencia una imagen del arte como algo alejado de los intereses populares y a los artistas como una especie de seres "semidivinos", extraños y con frecuencia excéntricos
.

No sabemos de dónde surge la necesidad humana sobre la creación artística, pero sí sabemos que, de una u otra forma, nos ha acompañado desde que tenemos memoria. Además, fuera de los circuitos establecidos han nacido numerosos movimientos que, aunque posteriormente puedan haberse integrado en ellos, revelan el gran dinamismo de una herramienta, el arte, que tiende a representar las inquietudes humanas. Expresadas en un lenguaje diferente al que utilizamos normalmente para comunicarnos, se han hallado presentes, en mayor o menor medida, en todo hombre y mujer de cualquier época.

*A nivel teológico, el principio femenino de divinidad, compartido con el masculino en la mayoría de las doctrinas del mundo antiguo, fue substituido con la imposición del cristianismo por el concepto de Espíritu Santo en su dogma. Así, la generación y creación pasa a depender exclusivamente del principio masculino, relegando lo femenino a la mera función de receptor.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Reflexiones sobre el arte. Primera parte


¿Qué es el arte? ¿Para qué sirve? En un primer momento, muchas personas no podrían evitar asociar el concepto de arte con la idea de belleza, y en su mente se crearía la imagen de un templo griego o la escultura del David, de Miguel Ángel. Otros, en cambio, asociarían el concepto a las formas más vanguardistas de la contemporaneidad, por ejemplo, el arte digital. Los primeros acusarían a los segundos indicando que muchas de las “aberraciones” que hoy son consideradas arte no son más que eso, aberraciones producto de mentes enfermizas. Los segundos, en cambio, defenderían la libertad de creación del artista e imputarían connotaciones como “clasicista” o “retrógrado” a los primeros. Hoy recorreremos algunas interpretaciones que sobre el arte han realizado algunos pensadores modernos.

La producción de objetos artísticos ha resultado una constante desde que la humanidad tiene memoria. Para explicar las razones de esta constante, algunos autores proponen una teoría sociológica de corte marxista que explica cómo el arte responde a unas necesidades sociales de construcción y comunicación. El arte es comprendido entonces como una superestructura (Constituyen superestructuras de una sociedad ámbitos como la religión, la filosofía, la ciencia o el arte. En este último caso, las obras artísticas representan los valores y creencias del grupo social que las produce) social que depende de las fuerzas productivas y sus relaciones. Como superestructura, el arte que es producido por un grupo social pasa por determinados ciclos cuyas etapas acostumbran a ser comunes para cada uno de ellos. Pero toda clasificación del arte no deja de resultar una construcción artificial que no se cumplirá en todos los casos, ya que este concepto existe tan sólo como una abstracción de la mente humana y tanto los medios para producirlo como los parámetros que lo definen son cambiantes.

No existe una definición unívoca sobre el concepto de arte; de hecho, la noción tal como la comprendemos hoy en día, no surgió hasta el s. XVIII. Así, puede resultar sumamente difícil averiguar las características que hacen de un objeto una obra artística. Teóricos como Cirici Pellicer indican que en el mundo moderno es la función estética, las propiedades de la forma, las que permitirán considerar un objeto como artístico. Pero, en cuanto a sus cualidades estéticas, en ocasiones no existe diferencia entre un objeto cotidiano y otro artístico, por ello al análisis formal debe añadirse el estudio de otros criterios como el contexto (El contexto puede referirse a varios niveles: socio-económico, histórico, político, etc) o el contenido, porque tal vez lo más importante sea tener presente que las obras de arte no deben comprenderse como una representación de la realidad, sino más bien como la creación de una nueva, con sus propias reglas, con su propio lenguaje.

Algunas modernas teorías consideran el objeto artístico como una estructura lingüística. Uno de los errores cometidos por los teóricos del arte en todas las épocas ha sido tratar de encapsular o conceptualizarlo a través de los parámetros procedentes de su propia mentalidad y cosmovisión, con la herramienta de su propio lenguaje, sin percatarse tal vez que las obras artísticas comunican a través de un lenguaje visual cuya estructura difiere sensiblemente de nuestra lengua oral y escrita. Platón significaba el arte como imitación de la realidad y su teoría, la mimesis (Platón considera el mundo material, la naturaleza, una copia o imitación del mundo arquetípico de las Ideas. El arte, como imitación del mundo real, constituye una copia dos grados inferior de este mundo arquetípico y “real”. Platón tenía una idea negativa sobre el arte), fue superada con la aparición de la fotografía. El Renacimiento se centró en la búsqueda de una belleza sublime encuadrada en los principios morales de su época. Los filósofos Hume y Kant, buscando también la belleza, creyeron hallarla a través del “buen gusto”, de las emociones que despierta la forma bella, en su teoría estética sobre el arte. Otras hipótesis tampoco aciertan a explicar cómo transmite una obra artística su mensaje, aunque sí muestren por qué el mundo del arte acepta hoy día obras que, inicialmente y sin conocimiento de su contexto y significado, pueden resultar grotescas para gran parte de los estratos de la sociedad. Incluso aquella teoría que nos ha conducido hasta ahora, el arte como lenguaje universal, expuesta por John Dewey (1859 – 1952, filósofo y pedagogo norteamericano. Dewey entiende el arte como un lenguaje universal que expresa la vida de una cultura, pueblo o comunidad), falla cuando nos percatamos que no existe ninguna cultura totalmente homogénea, puesto que todas han estado siempre en contacto e influenciadas por sus coetáneas, contactos que afectan también a la obra artística.

(Continuará…)

lunes, 13 de septiembre de 2010

Petra, la Ciudad Rosa de los nabateos. Tercera Parte, la religión nabatea

Como en todo lo que respecta a los nabateos, es poco lo que se conoce sobre su religión, ya que no existen fuentes escritas y los investigadores deben limitarse al estudio de los datos facilitados por la arqueología y algunas inscripciones.

La nabatea era una religión politeísta donde se adoraban divinidades de origen árabe preislámico. Su dios principal era Dushara, dios de Shera, montaña situada al este del valle de Petra, que gobernaba los fenómenos naturales y las estaciones. Junto a él, la diosa Al Uzza (“la poderosa”), diosa de la fertilidad y consorte de Dushara. Otras importantes divinidades eran Al Kubtha, señor de la escritura, o Manat, diosa del destino. Completaban el panteón nabateo un indeterminado número de divinidades menores de las que apenas son conocidos sus nombres.

Una importante característica de la religión nabatea consiste en la anicónica representación de sus divinidades. La mayoría de pueblos y civilizaciones ya no sólo de la antigüedad, sino también de los periodos paleolítico y neolítico, representaban a sus dioses de una forma iconográfica. En algunos lugares de Oriente Medio y la Península Arábiga, sin embargo, los dioses eran adorados bajo la forma de betilos (en semítico, beth-el, “casa del dios”, de donde deriva el griego baitulos). Un betilo es una “piedra sagrada” con una forma geométrica simple (cubos, esferas, etc.), que más que un símbolo o la personificación de un dios, representan su presencia. En ocasiones, la piedra aparece tallada con esquemáticas formas representando los ojos y orejas de la divinidad, pero no su boca, ya que para los nabateos, “los dioses observan y escuchan, pero nunca hablan”.

Algunos investigadores creen que esta característica forma de representación en los pueblos de Oriente Medio se debe, por una parte, a la consideración que la piedra poseía en algunas religiones de la antigüedad, donde se comprendía como “material de eternidad” por su perdurabilidad. Por otra parte, es posible que la connotación de “piedra sagrada” se derive en su origen de algunos meteoritos caídos a la tierra desde “el cielo”. Sea como fuere, son frecuentes las referencias a estas misteriosas piedras entre los diferentes pueblos preislámicos asentados en el Medio Oriente, y es innegable la importancia que incluso dos milenios después se continúa otorgando a estas piedras sagradas, pues no en vano millones de personas acuden cada año en peregrinación a la Meca para adorar a la famosa “Piedra Negra de la Kaaba”.

Debido al permanente contacto con las civilizaciones vecinas, los nabateos también adoptaron divinidades de sus vecinos sirios, como Atargatis (señora de la recolección) o el dios Ba’alshamin. Posteriormente, debido al progresivo contacto con griegos y romanos, los dioses nabateos fueron identificados con los del panteón heleno. Así, Dushara fue identificado primero con Dioniso y luego con Júpiter-Zeus; Al Uzza con Afrodita o Al Kubtha con Hermes-Mercurio. Por último, a partir del s. I d-C., comienzan a aparecer representaciones figurativas de las diversas divinidades, produciéndose una verdadera revolución iconográfica.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Petra, la Ciudad Rosa de los Nabateos - Segunda Parte. La sociedad nabatea


Pueblo nómada en su origen, no se sabe cómo evolucionó la sociedad nabatea de un sistema jerárquico tribal, donde los representantes más influyentes de cada familia elegían mediante un proceso democrático a su gobernante, su “jeque”, a un sistema monárquico similar al de sus reinos vecinos. Diodoro Sículo describe cómo en el año 312 a.C., el ejército del seléucida Antígono atacó la Nabatea y se encontró con un pueblo seminómada cuyos habitantes vivían aún en tiendas al aire libre. Progresivamente, a medida que se sedentarizaron, los nabateos abandonaron sus costumbres y comenzaron a construir sus viviendas excavando las paredes rocosas de arenisca. A partir del s. II a.C. ya se hallan evidencias de la transformación de Petra en una ciudad cosmopolita gobernada por una monarquía.

Son conocidos diez monarcas nabateos, toda una dinastía supuestamente hereditaria que gobernó la ciudad sin interrupciones hasta el año 106 d.C., cuando Petra fue tomada por los romanos. El misterio de la rápida conversión de su sociedad a un sistema monárquico, sin que se conozcan resistencias por parte del pueblo, se explica por dos motivos. El primero se refiere a la adopción y adaptación gradual de las costumbres y usos de los pueblos vecinos, principalmente del reino helenístico seléucida. El segundo, a una cierta permanencia de sus costumbres originales, puesto que, como indica Estrabón, el rey “a menudo rinde cuentas de su reinado ante el pueblo y a veces se somete a examen su manera de vivir”. Lejos de resultar una monarquía semidivina similar a la egipcia, la nabatea resultó una sociedad bastante más “democrática” de lo que cabría imaginar.

Pese a ello, los nabateos constituyeron una sociedad jerarquizada donde el poder, aunque con restricciones, era ostentado por el monarca, quien delegaba parte de sus funciones en un visir o primer ministro, a quien se denominaba como “hermano” del rey. Otros cargos de importancia recaían sobre altos funcionarios de la administración del estado y sobre los jefes militares; en una zona geográfica en constante conflicto, la supervivencia precisaba de la existencia de un efectivo ejército formado por varios miles de hombres. Por debajo de ellos, otros oficios de cierto prestigio se referían a comerciantes, escribas (los nabateos utilizaron su propio sistema de escritura, creado a partir del arameo), escultores y artesanos. En los últimos escalafones sociales, encontramos a los albañiles, agricultores y esclavos.

Una última sorpresa se refiere a la situación de las mujeres en la sociedad nabatea, que gozaba de unos “privilegios” no muy comunes en otras civilizaciones de aquella época. Se deduce de algunas inscripciones que podían poseer plena autonomía sobre tierras y bienes, gozando de derechos de propiedad y resultando jurídicamente independientes. También se ha comprobado que incluso podían acceder al trono, aunque sólo fuera en calidad de regentes. Se han hallado monedas donde la reina consorte es representada junto al monarca o en el reverso de la moneda, hecho que conduce a pensar en la influencia que podían ejercer en la vida política.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Petra, la Ciudad Rosa de los Nabateos - Primera parte

Aprovechando mi reciente visita a la Ciudad Rosa de Petra, los próximos posts os hablaré sobre alguna de las incógnitas que rodean a la antigua civilización de los Nabateos.

Pese a su gran legado, toda una ciudad esculpida a cincel en la roca, es poco lo que se conoce sobre este pueblo, el nabateo, debido a la escasez de fuentes escritas conservadas. No se conoce con seguridad su origen, su evolución, su organización social ni su religión y algunos datos nos han llegado, no sin contradicciones, gracias a las obras de historiadores clásicos como Diodoro Sículo y Estrabón, que vivieron entre el s. I a.C. y el I d.C., en el momento de mayor esplendor de la cultura nabatea.

La teoría más comúnmente aceptada sitúa su origen en las migraciones de un pueblo nómada procedente de Arabia, aunque otros historiadores prefieran hacerlo en la evolución del pueblo semítico de los Edomitas, establecidos en la región desde 1200 a.C. aproximadamente. Sea como fuere, se tiene constancia de la presencia nabatea en la región de Petra desde, al menos, finales del s. IV a.C. Y esto representa uno de los más grandes misterios de esta civilización, porque en escasos 300 años un pueblo nómada con una organización tribal y dedicada fundamentalmente al pastoreo, se transformó en una civilización asentada con unos conocimientos de arquitectura e ingeniería asombrosos, con una organización política y social muy compleja, similar a la de los vecinos reinos helenísticos y con una dinastía real hereditaria que fue establecida sin aparentemente mayores problemas.

Los nabateos escogieron este lugar principalmente por su situación geográfica, en el interior de un valle rodeado por escarpadas montañas cuyo acceso principal, el estrecho desfiladero conocido como el “Siq”, constituía una magnífica defensa natural contra posibles ataques de pueblos enemigos. También los recursos hídricos de la zona, con algunas fuentes de agua potable que supieron aprovechar mediante la construcción de complejas canalizaciones y cisternas para almacenar el agua, y su situación como lugar de paso de las caravanas que desde el sur de Arabia y hasta el Mediterráneo portaban especias, metales nobles y otros diversos productos, contribuyeron a su asentamiento en el lugar.

Su momento de mayor esplendor, cuando se erigieron los más fabulosos y conocidos de sus monumentos, se produjo entre los siglos I a.C. y I d.C., gracias al comercio y a una revolución cultural fruto, en parte, del contacto con pueblos vecinos, como los reinos helenísticos de Egipto y Siria. La Nabatea mantuvo su independencia, pese a numerosos conflictos con seléucidas (reino helenístico que comprendía gran parte de oriente Medio y otros extensos territorios hasta La India en su momento de mayor esplendor), romanos y otros pueblos, hasta el año 106 d.C., cuando las legiones romanas del emperador Trajano conquistaron la ciudad, anexionando la Nabatea a la provincia romana de Arabia y romanizándola progresivamente. A partir de este momento comienza su decadencia, acentuada por la modificación de las rutas caravaneras que, desde el s. II, relegaron Petra a un papel secundario como enclave comercial. No obstante, la ciudad continuó existiendo en época bizantina hasta que, un terremoto en el año 551, la conquista árabe-musulmana de la región, en 663 y un nuevo y devastador terremoto, en 747, provocaron su práctica destrucción y completo abandono.

jueves, 12 de agosto de 2010

Mitología y religión en la antigua Roma

El post de esta semana realiza una pequeña incursión a la mitología y religión presentes en la Roma antigua. Como veremos, a diferencia de otros pueblos de la antigüedad, la más pragmática mentalidad romana se encuentra reflejada también en su mitología y religión.

En Roma, la más antigua teología, procedente de los etruscos y los umbros, estaba centrada alrededor de la tríada de los dioses de los flámenes mayores, Júpiter, Marte y Quirino. Pero esta antigua teología, de un elevado nivel metafísico e intelectual, fue desplazada por la teología capitolina venida de Grecia, pues, como sabemos, el panteón heleno fue adoptado paulatinamente por los latinos, diferenciándose prácticamente tan sólo en los nombres propios que las divinidades recibían (Zeus-Júpiter, Afrodita-Venus, Hermes-Mercurio, etc.). Es cierto, sin embargo, que algunas divinidades, como Jano, y algunos mitos, como el mito fundacional de la ciudad de Roma protagonizado por los gemelos Rómulo y Remo, procedentes de su propio acervo cultural, sobrevivieron integrados en la mitología adoptada de Grecia.

Así pues, las divinidades romanas, la tríada capitolina, no son en esencia más que adaptaciones de los dioses olímpicos griegos (La tríada capitolina, Júpiter-Zeus, Juno-Hera, Minerva-Atenea). Pero, según Georges Dumézil, si “Roma no tiene mitología divina propia, tiene como desquite un rico conjunto de leyendas referentes a los grandes hombres de sus orígenes. Una parte de estas leyendas ¿no serían quizás una “mitología humana”, atribuyendo a los hombres aventuras comparables, incluso superiores a veces, a las que el Rig Veda o el Edda atribuyen a sus dioses?” (Los cuatro primeros reyes de Roma – Georges Dumézil – 1977 – Barcelona: Seix Barral). Así pues, desde el s. III a.C., cuando RCursivaoma ya constituía una potencia emergente, se quiso crear una historia oficial de sus orígenes, recopilándose las antiguas leyendas sobre los cuatro primeros monarcas de Roma: Rómulo, Numa Pompilio, Tulo Hostilio y Marco Ancio. En estas recopilaciones, a diferencia de los mitos y leyendas griegos, indica Dumézil que “los dioses no intervienen en los tiempos históricos de Roma más que como están autorizados a hacerlo: mediante signos, mediante algunos favores o cóleras reconocibles por sus efectos, pero casi nunca con portentos o teofanías”. Sólo esta concepción en la cosmovisión romana ya indica un cambio sustancial con respecto a la mentalidad de otros pueblos de la antigüedad, porque mientras Grecia o Egipto habían desarrollado en imágenes grandiosas lo que ellos creían que habían sido el génesis y las épocas del mundo, la obra y aventuras de los dioses en sus cosmogonías, Roma quiso simplemente exponer sus propios inicios y sus propios periodos, la obra y aventuras de los reyes que, según se creía, habían dado forma a su ciudad.

Ya en época de transición entre la República y el Imperio (s I a.C. – I d.C.), esta cosmovisión de unos reyes fundacionales semi-divinos fue aprovechada para instaurar y legitimar el nuevo régimen imperial. La divinización de un ser humano era ya aceptada en la Roma de los primeros tiempos y las corrientes filosófico-religiosas principales de la época de la transición, la estoica y la epicúrea, influenciadas por el pensamiento oriental, no eran contrarias a este hecho. Pero a diferencia de otras civilizaciones de la antigüedad como la egipcia, donde el rey era un dios encarnado y legitimado por su propia divinidad, el emperador romano, en vida, no era aún un dios, sólo un agente de los dioses. Si se mostraba digno de la misión confiada, el buen gobierno y la estabilidad del Imperio, sería definitivamente deificado por el pueblo y el Senado, convirtiéndose en divus y obteniendo el derecho a un culto oficial. Hubo así en la memoria de Roma buenos y malos emperadores y sólo los primeros tuvieron templos y sacerdotes.

Esta mentalidad romana, más sobria, funcional y pragmática que la de otros pueblos, constituye una influencia de primer orden en el desarrollo de nuestra propia mentalidad occidental, cuyo pragmatismo hemos llevado a límites todavía insospechados. Juzguemos por nosotros mismos qué consecuencias, positivas y negativas, se han derivado de ello.

martes, 3 de agosto de 2010

Religiones iniciáticas en la antigua Roma. El culto egipcio de Isis

A medida que Roma extendía sus dominios por toda la cuenca mediterránea, aportando su cultura a los pueblos que eran asimilados en un fenómeno conocido como “romanización”, también una política de tolerancia por la cultura de los pueblos que entraban dentro de su órbita permitió a los romanos enriquecerse con la importación de nuevos elementos culturales, como la de algunos cultos orientales que influyeron en el pensamiento y costumbres de los ciudadanos del Imperio. Hoy comentaremos algunos de los aspectos del culto a la divinidad egipcia Isis.

Introducido en época republicana, este culto fue uno de los más difundidos y de los que más perduraron en Roma, pues no fue abolido hasta el s. IV, con la instauración del cristianismo como única religión oficial del Imperio. Hablar del culto de Isis conlleva indagar también en el de su consorte-hermano Serapis-Osiris, pues ambos se encuentran muy relacionados, compartiendo una misma mitología.

Como todos los cultos mistérico-iniciáticos, el de Isis fue siempre de carácter secreto. Sus ceremonias y ritos, así como sus enseñanzas, estaban reservadas a los miembros del culto. A diferencia de la religión y ceremonias oficiales, controladas por el Estado y abiertas a toda la colectividad, estas religiones importadas se dirigían a un número restringido de fieles, donde lo que primaba era el esfuerzo individual en una conquista interior de la inmortalidad. Era el individuo quien, superando una serie de pruebas, se ganaba el derecho al conocimiento de los internos secretos de la iniciación y los rituales simbólicos que practicaban. Este carácter secreto ha impedido que la mayoría de los rituales iniciáticos hayan llegado hasta nosotros. Si bien, son conocidos algunos de los ritos de carácter público que se realizaban durante las fiestas sagradas dedicadas anualmente a Isis y Osiris, y algunos autores como Plutarco o Apuleyo escribieron obras fundamentales para el conocimiento de estas divinidades y los ritos que se les dedicaban.

Según relata Plutarco en su obra Los misterios de Isis y Osiris, en el mito, Osiris, rey justo y benevolente, fue engañado por su hermano Seth, quien acabó con su vida, desmembrando su cuerpo y esparciendo los pedazos por todo el país del Nilo. Isis, su hermana y esposa, logró reunir nuevamente todos los trozos, resucitando a Osiris y concibiendo un hijo con él, el dios halcón Horus. Tras ser criado por Isis, quien ocultó a Horus del malvado Seth durante su infancia, el dios halcón derrota a Seth y se convierte en rey de Egipto. Posteriormente Osiris desciende al inframundo, asumiendo el papel de dios funerario.

Isis es, en virtud de su poder para resucitar a Osiris, la “Gran Maga”, la diosa que transmite el conocimiento iniciático que permite la transmutación interior, la conquista de la inmortalidad consciente. Los más velados misterios de Isis, de los cuales no tenemos información, corresponden con este largo proceso iniciático que permite al adepto la conquista de la inmortalidad, su propia resurrección interior a imagen de Osiris. Si bien, los restos arqueológicos hallados, por ejemplo, en el templo dedicado a esta diosa en la ciudad de Baelo Claudia (Sit
uada en la orilla norte del estrecho de Gibraltar, la ciudad fue construida en época republicana, en el s. II a.C., si bien su periodo de mayor auge se dio durante el gobierno del emperador Claudio, 41 – 54 d.C.), nos dan una visión, aunque difusa, de algunos rituales allí practicados. Elementos como un pilar donde se realizaban abluciones, o una escalera que descendía a un pozo, dan idea sobre las purificaciones que se llevaban a cabo. También la existencia de una cripta, en este y otros templos dedicados a esta diosa, han sido interpretados con la realización de nocturnas ceremonias donde el iniciado, como Osiris, descendía al inframundo, “moría” para luego resucitar a una nueva vida como iniciado en el culto.

Algunos autores, como Apuleyo (Autor romano del s. II, a quien se considera precursor de la novela picaresca; se conoce que fue iniciado a los misterios de Isis. Su obra más importante, La metamorfosis, también llamado El asno de oro, relata algunos aspectos menores de su propia iniciación en el culto), han relatado en sus obras parte de los ritos más externos del culto a Isis. En El asno de oro, relata Apuleyo cómo acabadas las ceremonias nocturnas, al llegar la mañana, el iniciado se situaba en el centro del templo de Isis, frente a la imagen de la diosa, vestido con una túnica de lino blanco bordada con dibujos de flores y animales mitológicos, dragones y grifos. En su mano derecha portaba un hacha encendida y en su cabeza “una hermosa corona resplandeciente, a manera de unas hojas de palma alzadas arriba como rayos” . En este momento retiraban un velo y el resto de integrantes del culto, así como el pueblo, podían contemplar al recién iniciado. Después de esto se celebraba un banquete y otras fiestas y procesiones durante tres días. Respecto de las procesiones de este culto, es Plutarco quien nos informa que eran de carácter orgiástico y extático, similares a las procesiones en honor a Baco, y uno de los elementos más característicos era la música que tocaban las sacerdotisas del culto con el instrumento consagrado a Isis, el sistro.