miércoles, 17 de diciembre de 2014

¿Qué es un Mito?


         Denominamos mito a una narración de índole tradicional en el seno de una cultura determinada, referida a los acontecimientos que in illo tempore, en el origen de los tiempos, dieron comienzo al mundo, a las divinidades y a la especie humana. Fundamentalmente transmitidos por tradición oral, en la forma de narraciones dramatizadas, sólo cuando las sociedades se vuelven más complejas y aparece la necesidad de su conservación éstos son transcritos. De alto contenido simbólico, normalmente se encuentran íntimamente relacionados con las creencias religiosas del colectivo que los formula.

         Los estudios mitológicos han tratado, desde el s. XVIII, de aproximarse a la definición y explicación de estas narraciones desde diversas perspectivas. Inicialmente los teóricos se centraron en aspectos formales como el lenguaje. Max Müller[1], por ejemplo, creía que el pensamiento mitológico se encontraba en íntima relación con el lenguaje, llegando incluso a quedar determinado por él. Estas definiciones, sin embargo, no acertaban a explicar la presencia de mitos muy similares en el seno de culturas muy diferenciadas en cuanto a su lenguaje. Influido por la corriente evolucionista del s. XIX, pensó que divinidades y símbolos presentes en las narraciones mitológicas nacían de un desconocimiento de las leyes y fenómenos naturales. De esta forma, se comprendía el pensamiento mito-poético como una invalidez o subdesarrollo de la capacidad lógico-racional en las sociedades primitivas. Enfoques psicologicistas, como aquel propugnado por Freud, se centraban en el individuo y consideraban el pensamiento mitológico como una patología, una construcción fantástica de la realidad que expresaba los deseos ocultos y reprimidos, inconscientes, normalmente de índole sexual, de la persona.

A partir del s. XX, sin embargo, diversos estudios antropológicos se han venido centrando en criterios funcionales, definiendo el mito a partir de los cometidos que realiza en el seno de las sociedades, estableciendo una serie de relaciones intrínsecas entre mitología y contexto socio-cultural. Malinowski[2] establece dos funciones básicas para la mitología: la primera se refiere al individuo y es la de aportar significado, en virtud de su contenido simbólico religioso, a la existencia de la persona, dando “sentido al mundo” y detallando modelos de comportamiento para la vida cotidiana; la segunda función se refiere al colectivo, porque los mitos reflejan la estructura social que los formula, asegurando así el mantenimiento del sistema establecido. Y esto sucede porque una de las principales características de los mitos, que los diferencia de otros tipos de narraciones como las leyendas o las fábulas, consiste precisamente en las repercusiones y valores que tienen en el contexto social donde son formulados, esto es, en el aspecto de creencia real que le otorgan los individuos y que relacionan narración y dogma religioso.

Claude Lévi-Strauss
Autores como Lévi-Strauss[3] profundizaron en esta característica de los mitos, en la creencia y veracidad que suponen en la mentalidad de los integrantes de algunas culturas tradicionales y en sus consecuencias. En sus investigaciones sobre curas shamanísticas, Lévi-Strauss se percató de la eficacia real de unos tratamientos en ocasiones totalmente alejados de las ciencias médicas positivas. Observó cómo los hechiceros de estas culturas lograban sanar al paciente mediante escenificaciones rituales de carácter mitológico. La narración de unos actos realizados por seres mitológicos en el origen de los tiempos, percibida como real tanto por enfermo como por sanador en el interior de su contexto social, se identificaba en un plano metafórico y simbólico con los síntomas del paciente. De esta forma el hechicero lograba dar una forma coherente a los sufrimientos, que al personificarse de forma inconsciente facilitaban la aceptación y tolerancia del enfermo. Así no sólo eran tolerados, sino que esos sufrimientos adquirían sentido, puesto que los acontecimientos in illo tempore eran reactualizados en el presente. El mito permitía, mediante aproximaciones simbólicas, relacionando el plano psicológico con el plano universal, que la conciencia de la persona experimentase una vivencia “real”, pasando del nivel meramente intelectual al experiencial. La narración finalizaba con el restablecimiento del “cosmos”, del orden divino y, en lo que respecta al enfermo, con su sanación. Lévi-Strauss estableció entonces su concepto de “eficacia simbólica”, que definió como aquella propiedad inductora de una transformación orgánica, una reorganización estructural que se produce cuando el enfermo experimenta intensamente un mito. En un paralelismo con las técnicas del psicoanálisis, se percató que ambas elevan a la conciencia del hombre determinados conflictos inconscientes, permitiendo que  estas resistencias se reactualicen en un nuevo sistema de experiencia. La diferencia consiste en que en psicoanálisis el mito es inherente al paciente, es construido gracias a la guía del terapeuta y mediante elementos extraídos de su propio pasado, mientras que en shamanística se trata de un mito socialmente aceptado por todos los miembros de la comunidad. En este último caso, las “milagrosas” sanaciones fisiológicas se referirían únicamente a un amplio abanico de enfermedades psicosomáticas. Pero, según su perspectiva, la narración mitológica, el discurso por sí solo no es capaz de traspasar las barreras de la conciencia para acceder a conflictos inconscientes demasiado profundos. Por ello es preciso que la eficacia simbólica se complete mediante el uso del signo, del ritual, cuya carga simbólica constituye un auténtico lenguaje, el único que comprende el inconsciente. Así, para Lévi-Strauss el inconsciente se identifica con la función simbólica de la mente humana, de carácter estructural, porque para él se ejerce según unas mismas leyes en toda persona, en una visión similar a la propugnada por Jung y su inconsciente colectivo, si bien en Lévi-Strauss el carácter estructural del inconsciente se limita a su funcionalidad. Y es por ello que aunque infinitamente diversos en su forma y contenido, tras los mitos pueden hallarse tan sólo un reducido número de funciones psico-sociales[4].

Mircea Eliade
También Eliade[5] otorga una funcionalidad similar al mito. En su concepción fenomenológica, indica que “la función principal del mito es la de fijar los modelos ejemplares de todos los ritos y de todas las acciones humanas significativas”[6], y más allá de la estricta acción ritual referida a las creencias religiosas, relaciona este concepto con la historia ejemplar de un colectivo que sirve de modelo para los comportamientos individuales. Para Eliade, el signo o acción ritual supone una evocación del acontecimiento mítico por su mera ostentación, es un mito críptico o concentrado. Eliade cree que los mitos revelan una estructura de lo real presente en todas las culturas humanas e inaccesible a la conciencia lógico-racionalista, en una búsqueda de unos arquetipos universales básicos.

Mitos como una forma de lenguaje, como expresión de elementos inconscientes, como condicionantes sociales o simplemente como embellecidas narraciones sobre el origen de los tiempos. Lo cierto es que ellos han estado presentes, en mayor o menor grado, desde que la humanidad posee memoria. En virtud de sus especiales características, son capaces de transformar la experiencia humana, afectando a la realidad interna e incluso externa de la persona. Inclusive cuando se degradan en fábulas o historias legendarias, puesto que la principal característica del mito en contraposición con la leyenda es el nivel de creencia otorgado por los integrantes de una misma sociedad o cultura, continúan despertando pasiones en nuestro interior. Y es que ellos “hablan” al sentimiento. Son precisamente los procesos emotivos, las emociones que nos despiertan, la principal fuente de su poder sobre nosotros. Expresan una serie de modalidades de lo sagrado, siguiendo en este caso la terminología de Eliade, presentes desde tiempos inmemoriales en nuestra mentalidad. Así, personajes como Frodo, Sam y Gollum en la saga El Señor de los Anillos, “reactualizan” mediante una fábula las tres funciones que al alma atribuía Platón[7]; símbolos como el axis mundi, presentes en multitud de culturas, son mostrados de forma velada en ficciones cinematográficas como Avatar[8]. Y posiblemente sus autores no fueran siquiera plenamente conscientes de ello…




[1] Friedrich Maximilian Müller (1823 – 1900), filólogo, orientalista y mitólogo alemán fundador de la mitología comparada.
[2] Bronislaw Kasper Malinowski (1884 – 1942). De origen polaco, fue el refundador de la antropología social y religiosa basada en la consideración funcional de la cultura. El funcionalismo establece estrechas relaciones entre el individuo y la sociedad en todos los ámbitos.
[3] Claude Lévi-Strauss (1908 - 2009), antropólogo francófono belga fundador de la antropología estructural.
[4] Básicamente, aquellas dos ya enunciadas: la de aportar modelos de comportamiento individuales y la de constituir un sustento de la estructura social.
[5] Mircea Eliade (1907 – 1986), filósofo e historiador de las religiones rumano considerado pionero en el campo de la historia de las religiones moderna.
[6] Eliade, 2007: pág. 367
[7] Racional, irascible y concupiscible. Estas tres funciones en la teoría platónica, no dejan de resultar una reformulación filosófica, dirigida al autogobierno del individuo, del modelo trifuncional de los pueblos indoeuropeos.
[8] El “Árbol de las Almas”, el centro del mundo que conecta y permite la comunicación con el más allá y los planos invisibles.