La visión cartesiana y el racionalismo del s. XIX ayudaron a
forjar una perspectiva donde toda filosofía se centró en la experiencia del yo
como sujeto pensante, comprendiendo la consciencia como una realidad estática
prácticamente separada del resto del mundo, interno o externo, es decir, el yo
enfrentado a todo lo demás. Sin embargo, esta concepción de la realidad ha
quedado superada gracias a la investigación en diversos ámbitos científicos,
como la neurobiología, donde estudiosos como Antonio Damasio han demostrado la
estrecha relación entre la conciencia racional y las emociones.
El córtex cerebral,
sede de la razón y la conciencia, se encuentra enlazado con el sistema límbico[1] mediante la red de
neuronas de nuestro cerebro. Así, emociones y sentimientos no pueden disociarse
del acto del pensamiento. Es más, las emociones son necesarias para el proceso
cognitivo humano, entre otras cosas porque propician la toma de decisiones de
forma rápida y automática en situaciones que se refieren al día a día de las
personas, actuando como disparador. Los procesos de la mente racional, por el
contrario, son infinitamente más lentos ya que requieren de un análisis de las
diferentes opciones antes de la toma de la decisión. Un ejemplo de este comportamiento
automático podría ser la rapidez con que podemos sortear un accidente de tráfico,
lo que llamamos rapidez de reflejos, y cuyo disparador en este caso sería el
miedo. Sin este disparador emocional y estos mecanismos automáticos en la toma
de decisiones, si sólo pudiésemos disponer de la consciencia racional, que
necesita evaluar las diferentes opciones, sin duda nos habríamos estrellado.
Pero los estudios científicos aún no se encuentran lo
suficientemente avanzados como para conocer cómo se articula en la práctica
esta interrelación entre razón y emociones. A partir de aquí, en diversos ámbitos
académicos se vienen planteando una serie de interesantes cuestiones.
Una de ellas gira en
torno a la posible necesidad de una educación emocional de las personas, algo “muy
de moda” desde hace cierto tiempo en nuestras sociedades, incorporada a
nuestros sistemas educativos, con el objetivo de mejorar las interacciones
sociales. Ante las evidencias mostradas por Damasio y otros de que “las
emociones son programas de acción innatos y automatizados para preservar la
vida de un organismo”, se suele considerar la importancia de la educación para
la propia gestión de las emociones. Pero otras opiniones, ante la perspectiva
de la posibilidad del desarrollo de ciertas estrategias de control emocional por
parte de determinados poderes sociales, expresan un fuerte rechazo ante esta contingencia.
Así
pues, sin entrar en valoraciones de lo adecuado de la educación emocional, y
aunque existe la posibilidad de que la educación emocional resulte una moda más
que superemos con el tiempo, lo cierto es que la neurociencia ha mostrado que,
en la aventura cognoscitiva, al ser humano no le resulta posible prescindir de
sus emociones.
Lo ideal sería encontrar un punto de equilibrio entre la racionalidad y las emociones.
ResponderEliminarSupongo que otras especies más evolucionadas ya han superado el nivel de las emociones; de hecho, otra realidades más elevadas es posible que no sientan como humanos (por poner un ejemplo ideal de estado del Ser).
Paralelamente, a mí me gusta pensar que, por ejemplo, los animales sienten algo parecido a nuestra compasión humana, pero quizás ellos lo tienen desarrollado de modo innato a nivel de compasión biológica o algo así.
Claro, está demostrado que los animales sienten emociones, si tienes un perro por ejemplo, lo puedes comprobar. El tema es que la parte emotiva de nuestro cerebro es mucho más antigua que la racional, situada en el cortex prefrontal, y por mucho que nos empeñemos en ser racionales, son las respuestas emocionales quienes suelen "ganar la partida". De ahí que para mí es básica una educación de las emociones, pese a los peligros sociales que puedan existir. Y no estoy seguro sobre lo que comentas de "superar" el nivel de las emociones. Gestionarlas, integrar razón y emociones, sí, porque de hecho la visión dualista de separar una y otra cosa tiene una raíz cartesiana que deberíamos superar. Ambas cosas forman parte de un todo, nuestra conciencia humana.
ResponderEliminarUn saludo.
Es fácil todo esto de las emociones si cambias la forma de percibir.
EliminarSí estoy de acuerdo en que, en un principio, deberían de educarse de otra manera, pero paradójicamente, se vería afectado el concepto de libre albedrío.
No sé, es un tema éste un poco embreante y candente de nuevo.
Supongo que otros niveles de la realidad de conciencia más evolucionada ya han superado el nivel dualista y de conciencia polar de bien-mal o de opuestos.
Como tú dices con tus palabras, buena parte de nuestras emociones guían nuestros actos. Y esto es bueno, siempre que se controlen y no se racionalicen (las emociones), porque sino, caemos en un ejercicio del intelecto y nos olvidamos de sentir.
Es menester a pesar de todo la ecuanimidad, como decían los estoicos.
Saludos.