A medida que Roma extendía sus dominios por toda la cuenca mediterránea, aportando su cultura a los pueblos que eran asimilados en un fenómeno conocido como “romanización”, también una política de tolerancia por la cultura de los pueblos que entraban dentro de su órbita permitió a los romanos enriquecerse con la importación de nuevos elementos culturales, como la de algunos cultos orientales que influyeron en el pensamiento y costumbres de los ciudadanos del Imperio. Hoy comentaremos algunos de los aspectos del culto a la divinidad egipcia Isis.
Introducido en época republicana, este culto fue uno de los más difundidos y de los que más perduraron en Roma, pues no fue abolido hasta el s. IV, con la instauración del cristianismo como única religión oficial del Imperio. Hablar del culto de Isis conlleva indagar también en el de su consorte-hermano Serapis-Osiris, pues ambos se encuentran muy relacionados, compartiendo una misma mitología.
Como todos los cultos mistérico-iniciáticos, el de Isis fue siempre de carácter secreto. Sus ceremonias y ritos, así como sus enseñanzas, estaban reservadas a los miembros del culto. A diferencia de la religión y ceremonias oficiales, controladas por el Estado y abiertas a toda la colectividad, estas religiones importadas se dirigían a un número restringido de fieles, donde lo que primaba era el esfuerzo individual en una conquista interior de la inmortalidad. Era el individuo quien, superando una serie de pruebas, se ganaba el derecho al conocimiento de los internos secretos de la iniciación y los rituales simbólicos que practicaban. Este carácter secreto ha impedido que la mayoría de los rituales iniciáticos hayan llegado hasta nosotros. Si bien, son conocidos algunos de los ritos de carácter público que se realizaban durante las fiestas sagradas dedicadas anualmente a Isis y Osiris, y algunos autores como Plutarco o Apuleyo escribieron obras fundamentales para el conocimiento de estas divinidades y los ritos que se les dedicaban.
Según relata Plutarco en su obra Los misterios de Isis y Osiris, en el mito, Osiris, rey justo y benevolente, fue engañado por su hermano Seth, quien acabó con su vida, desmembrando su cuerpo y esparciendo los pedazos por todo el país del Nilo. Isis, su hermana y esposa, logró reunir nuevamente todos los trozos, resucitando a Osiris y concibiendo un hijo con él, el dios halcón Horus. Tras ser criado por Isis, quien ocultó a Horus del malvado Seth durante su infancia, el dios halcón derrota a Seth y se convierte en rey de Egipto. Posteriormente Osiris desciende al inframundo, asumiendo el papel de dios funerario.
Isis es, en virtud de su poder para resucitar a Osiris, la “Gran Maga”, la diosa que transmite el conocimiento iniciático que permite la transmutación interior, la conquista de la inmortalidad consciente. Los más velados misterios de Isis, de los cuales no tenemos información, corresponden con este largo proceso iniciático que permite al adepto la conquista de la inmortalidad, su propia resurrección interior a imagen de Osiris. Si bien, los restos arqueológicos hallados, por ejemplo, en el templo dedicado a esta diosa en la ciudad de Baelo Claudia (Situada en la orilla norte del estrecho de Gibraltar, la ciudad fue construida en época republicana, en el s. II a.C., si bien su periodo de mayor auge se dio durante el gobierno del emperador Claudio, 41 – 54 d.C.), nos dan una visión, aunque difusa, de algunos rituales allí practicados. Elementos como un pilar donde se realizaban abluciones, o una escalera que descendía a un pozo, dan idea sobre las purificaciones que se llevaban a cabo. También la existencia de una cripta, en este y otros templos dedicados a esta diosa, han sido interpretados con la realización de nocturnas ceremonias donde el iniciado, como Osiris, descendía al inframundo, “moría” para luego resucitar a una nueva vida como iniciado en el culto.
Algunos autores, como Apuleyo (Autor romano del s. II, a quien se considera precursor de la novela picaresca; se conoce que fue iniciado a los misterios de Isis. Su obra más importante, La metamorfosis, también llamado El asno de oro, relata algunos aspectos menores de su propia iniciación en el culto), han relatado en sus obras parte de los ritos más externos del culto a Isis. En El asno de oro, relata Apuleyo cómo acabadas las ceremonias nocturnas, al llegar la mañana, el iniciado se situaba en el centro del templo de Isis, frente a la imagen de la diosa, vestido con una túnica de lino blanco bordada con dibujos de flores y animales mitológicos, dragones y grifos. En su mano derecha portaba un hacha encendida y en su cabeza “una hermosa corona resplandeciente, a manera de unas hojas de palma alzadas arriba como rayos” . En este momento retiraban un velo y el resto de integrantes del culto, así como el pueblo, podían contemplar al recién iniciado. Después de esto se celebraba un banquete y otras fiestas y procesiones durante tres días. Respecto de las procesiones de este culto, es Plutarco quien nos informa que eran de carácter orgiástico y extático, similares a las procesiones en honor a Baco, y uno de los elementos más característicos era la música que tocaban las sacerdotisas del culto con el instrumento consagrado a Isis, el sistro.
Introducido en época republicana, este culto fue uno de los más difundidos y de los que más perduraron en Roma, pues no fue abolido hasta el s. IV, con la instauración del cristianismo como única religión oficial del Imperio. Hablar del culto de Isis conlleva indagar también en el de su consorte-hermano Serapis-Osiris, pues ambos se encuentran muy relacionados, compartiendo una misma mitología.
Como todos los cultos mistérico-iniciáticos, el de Isis fue siempre de carácter secreto. Sus ceremonias y ritos, así como sus enseñanzas, estaban reservadas a los miembros del culto. A diferencia de la religión y ceremonias oficiales, controladas por el Estado y abiertas a toda la colectividad, estas religiones importadas se dirigían a un número restringido de fieles, donde lo que primaba era el esfuerzo individual en una conquista interior de la inmortalidad. Era el individuo quien, superando una serie de pruebas, se ganaba el derecho al conocimiento de los internos secretos de la iniciación y los rituales simbólicos que practicaban. Este carácter secreto ha impedido que la mayoría de los rituales iniciáticos hayan llegado hasta nosotros. Si bien, son conocidos algunos de los ritos de carácter público que se realizaban durante las fiestas sagradas dedicadas anualmente a Isis y Osiris, y algunos autores como Plutarco o Apuleyo escribieron obras fundamentales para el conocimiento de estas divinidades y los ritos que se les dedicaban.
Según relata Plutarco en su obra Los misterios de Isis y Osiris, en el mito, Osiris, rey justo y benevolente, fue engañado por su hermano Seth, quien acabó con su vida, desmembrando su cuerpo y esparciendo los pedazos por todo el país del Nilo. Isis, su hermana y esposa, logró reunir nuevamente todos los trozos, resucitando a Osiris y concibiendo un hijo con él, el dios halcón Horus. Tras ser criado por Isis, quien ocultó a Horus del malvado Seth durante su infancia, el dios halcón derrota a Seth y se convierte en rey de Egipto. Posteriormente Osiris desciende al inframundo, asumiendo el papel de dios funerario.
Isis es, en virtud de su poder para resucitar a Osiris, la “Gran Maga”, la diosa que transmite el conocimiento iniciático que permite la transmutación interior, la conquista de la inmortalidad consciente. Los más velados misterios de Isis, de los cuales no tenemos información, corresponden con este largo proceso iniciático que permite al adepto la conquista de la inmortalidad, su propia resurrección interior a imagen de Osiris. Si bien, los restos arqueológicos hallados, por ejemplo, en el templo dedicado a esta diosa en la ciudad de Baelo Claudia (Situada en la orilla norte del estrecho de Gibraltar, la ciudad fue construida en época republicana, en el s. II a.C., si bien su periodo de mayor auge se dio durante el gobierno del emperador Claudio, 41 – 54 d.C.), nos dan una visión, aunque difusa, de algunos rituales allí practicados. Elementos como un pilar donde se realizaban abluciones, o una escalera que descendía a un pozo, dan idea sobre las purificaciones que se llevaban a cabo. También la existencia de una cripta, en este y otros templos dedicados a esta diosa, han sido interpretados con la realización de nocturnas ceremonias donde el iniciado, como Osiris, descendía al inframundo, “moría” para luego resucitar a una nueva vida como iniciado en el culto.
Algunos autores, como Apuleyo (Autor romano del s. II, a quien se considera precursor de la novela picaresca; se conoce que fue iniciado a los misterios de Isis. Su obra más importante, La metamorfosis, también llamado El asno de oro, relata algunos aspectos menores de su propia iniciación en el culto), han relatado en sus obras parte de los ritos más externos del culto a Isis. En El asno de oro, relata Apuleyo cómo acabadas las ceremonias nocturnas, al llegar la mañana, el iniciado se situaba en el centro del templo de Isis, frente a la imagen de la diosa, vestido con una túnica de lino blanco bordada con dibujos de flores y animales mitológicos, dragones y grifos. En su mano derecha portaba un hacha encendida y en su cabeza “una hermosa corona resplandeciente, a manera de unas hojas de palma alzadas arriba como rayos” . En este momento retiraban un velo y el resto de integrantes del culto, así como el pueblo, podían contemplar al recién iniciado. Después de esto se celebraba un banquete y otras fiestas y procesiones durante tres días. Respecto de las procesiones de este culto, es Plutarco quien nos informa que eran de carácter orgiástico y extático, similares a las procesiones en honor a Baco, y uno de los elementos más característicos era la música que tocaban las sacerdotisas del culto con el instrumento consagrado a Isis, el sistro.
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