
En Roma, la más antigua teología, procedente de los etruscos y los umbros, estaba centrada alrededor de la
tríada de los dioses de los flámenes mayores, Júpiter, Marte y Quirino. Pero esta antigua teología, de un elevado nivel metafísico e intelectual, fue desplazada por la teología capitolina venida de Grecia, pues, como sabemos, el panteón heleno fue adoptado paulatinamente por los latinos, diferenciándose prácticamente tan sólo en los nombres propios que las divinidades recibían (Zeus-Júpiter, Afrodita-Venus, Hermes-Mercurio, etc.). Es cierto, sin embargo, que algunas divinidades, como Jano, y algunos mitos, como el mito fundacional de la ciudad de Roma protagonizado por los gemelos Rómulo y Remo, procedentes de su propio acervo cultural, sobrevivieron integrados en la mitología adoptada de Grecia.

Así pues, las divinidades romanas, la tríada capitolina, no son en esencia más que adaptaciones de los dioses olímpicos griegos (La tríada capitolina, Júpiter-Zeus, Juno-Hera, Minerva-Atenea). Pero, según Georges Dumézil, si “Roma no tiene mitología divina propia, tiene como desquite un rico conjunto de leyendas referentes a los grandes hombres de sus orígenes. Una parte de estas leyendas ¿no serían quizás una “mitología humana”, atribuyendo a los hombres aventuras comparables, incluso superiores a veces, a las que el Rig Veda o el Edda atribuyen a sus dioses?” (Los cuatro primeros reyes de Roma – Georges Dumézil – 1977 – Barcelona: Seix Barral). Así pues, desde el s. III a.C., cuando R
oma ya constituía una potencia emergente, se quiso crear una historia oficial de sus orígenes, recopilándose las antiguas leyendas sobre los cuatro primeros monarcas de Roma: Rómulo, Numa Pompilio, Tulo Hostilio y Marco Ancio. En estas recopilaciones, a diferencia de los mitos y leyendas griegos, indica Dumézil que “los dioses no intervienen en los tiempos históricos de Roma más que como están autorizados a hacerlo: mediante signos, mediante algunos favores o cóleras reconocibles por sus efectos, pero casi nunca con portentos o teofanías”. Sólo esta concepción en la cosmovisión romana ya indica un cambio sustancial con respecto a la mentalidad de otros pueblos de la antigüedad, porque mientras Grecia o Egipto habían desarrollado en imágenes grandiosas lo que ellos creían que habían sido el génesis y las épocas del mundo, la obra y aventuras de los dioses en sus cosmogonías, Roma quiso simplemente exponer sus propios inicios y sus propios periodos, la obra y aventuras de los reyes que, según se creía, habían dado forma a su ciudad.


Esta mentalidad romana, más sobria, funcional y pragmática que la de otros pueblos, constituye una influencia de primer orden en el desarrollo de nuestra propia mentalidad occidental, cuyo pragmatismo hemos llevado a límites todavía insospechados. Juzguemos por nosotros mismos qué consecuencias, positivas y negativas, se han derivado de ello.
fdfd
ResponderEliminarAixí cantant crec que és pot dir les conseqüencies que ens han quedat.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=zsYyDNkARlo