lunes, 11 de abril de 2011

¡La psicología está de moda! Tercera parte


La psicología cultural afirma que es la sociedad quien modela la mente humana individual. Es ella quien, a través de una serie de mecanismos o instituciones como la familia, la escuela o el trabajo, nos proporciona una serie de signos y símbolos, una serie de instrumentos como el lenguaje y unos esquemas mentales que nos permiten comunicarnos unos con otros. En otras palabras, la mente individual, la conciencia separada, cada uno de vosotros que me estáis mirando ahora y que os creéis tan únicos, tan auténticos, tan especiales, no sois nada más que un trocito muy pequeño de la “gran mente social” que os ha dado la consciencia. Aunque expresado de otra forma, pero, ¿no os recuerda esto un poco al argumento de Matrix? Jerome S. Bruner, psicólogo cultural estadounidense, explicaba en su obra Actos de Significado que aquello que realmente hizo evolucionar a los primates hacia el ser humano no fue el hecho de que comenzaran a desplazarse sobre dos piernas, ni el mayor tamaño de su cerebro, sino precisamente la aparición de la cultura y de unos sistemas simbólicos compartidos.

Para que entendáis mejor a qué me refiero cuando hablo de sistemas simbólicos compartidos, esquemas mentales e instrumentos culturales como el lenguaje, os pondré un ejemplo. Imagino que entre vosotros habrá alguien a quien clasificáis como “el empollón”. Seguramente habrá otro que encajará en el modelo de “abusón”. ¿Está también el “pijo”? ¿El “friki”? Seguramente habréis pensado en uno o varios de vuestros compañeros aquí presentes cuando he anunciado cada tipo de personaje. Pero más allá de esas personas concretas, todo el mundo tiene en su mente una imagen de lo que es un “empollón”: peinado clásico, gafas redondas, tímido… Vuestros camaradas “empollones” no tienen por qué encajar exactamente en este esquema, tal vez en este caso vuestro “empollón” no lleva gafas, pero esto os permitirá comprender qué es un rol en sociología, y aplicado a la psicología cultural, qué es un esquema mental o un sistema simbólico compartido. ¿De dónde salen esos esquemas? Según la psicología social, de la cultura, de nuestro entorno. Y más allá, en una cultura no occidental, por ejemplo los miembros de una tribu amazónica, ¿sabrían qué es un empollón? Todos sabéis qué es un empollón porque alguien os lo ha explicado, porque lo habéis visto en la tele, en internet... ¿Veis? Todos adoptamos diferentes roles ante diversas situaciones en nuestro día a día que nos permiten comunicarnos de una forma organizada y definida dentro de nuestra propia sociedad. Y estos esquemas varían en función de cada cultura.

¿Quién soy realmente? ¿El hijo? ¿El alumno? ¿El amigo? ¿El deportista? ¿El “pijo”? Desde la familia, los gobiernos, las fiestas y las costumbres, la escuela, internet y los medios de comunicación, y un larguísimo etcétera de instituciones, todas son una serie de aspectos que condicionan nuestra percepción del mundo y nuestras relaciones, unos esquemas que dan significado a nuestra vida y nos permiten comunicarnos con los demás. Cada una de estas instituciones serían, en opinión del psicólogo evolutivo americano, Urie Bronfenbrenner, como la red de neuronas o circuitos que distribuye los significados, los símbolos, los esquemas posibles, limitando nuestras posibilidades de conocer, ya que una institución selecciona únicamente un reducido conjunto de significados. Una institución como la Iglesia, por ejemplo, limita su conocimiento al campo de las creencias y las prácticas religiosas, y además selecciona únicamente aquellas creencias y prácticas que se refieren a la religión cristiana y católica.

Para profundizar un poco más en esta especie de “distribución” de esquemas, instrumentos y significados que realiza la sociedad durante el aprendizaje de las personas, alguien podría preguntarse por qué demonios a él le ha tocado ser el “empollón”, cuando hubiera preferido más bien ser el “abusón” o cualquier otra cosa. Bien, Alexis N. Leontiev, psicólogo ruso, trata de explicarlo con su teoría de la actividad. Para ello se centra en el estudio de algunas actividades básicas para la supervivencia, como la caza en las culturas primitivas (tradicionales). A una actividad o acción principal, la cacería de algún animal para satisfacer las necesidades alimentarias de la tribu, se suman una serie de acciones secundarias que ayudan a lograr el objetivo, cazar el animal, pero que directamente no están relacionadas con él. En el caso de los cazadores, tal vez uno de los hombres se dedique a espantar la presa antes de que sus compañeros puedan matarla. ¿Veis? La acción “espantar la presa” no se refiere directamente a la actividad de cazar, es sólo una parte del todo, por eso sólo la realización con éxito de TODOS los objetivos de las acciones secundarias permitirán acabar la actividad principal, cazar para alimentar a la tribu.

Continuará...

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