Aunque Mesopotamia no constituyó nunca una unidad política al estilo de Egipto, sí comparte con el país del Nilo una misma cosmovisión en cuanto a la concepción sobre el tiempo cíclico y, sobre todo, del espacio sagrado. En este sentido sus construcciones son un reflejo del cosmos ordenado. Las ciudades reproducen el orden celeste y los templos simbolizan el Axis Mundi, el eje o “centro del mundo”, arquetipo del origen de la creación y símbolo presente en la cosmovisión de casi todas las culturas del mundo antiguo, que une y permite la comunicación de las tres esferas, el cielo, la tierra y el inframundo. Gracias a este eje, por ejemplo, los dioses pueden descender a la tierra y los hombres ascender al cielo. Este es el significado de pirámides y zigurats.
El zigurat es una torre cuadrada de varios pisos escalonados o terrazas superpuestas de dimensiones decrecientes hacia arriba, en cuya cima se encuentra un santuario. Las caras se orientan hacia los cuatro puntos cardinales y se sube a los diferentes niveles por medio de una rampa que rodea los cuatro lados, o por dos escaleras simétricas que trepan por el frente o los laterales. En su construcción se empleaban materiales muy ricos: mármol, alabastro, lapislázuli, oro y cedro, aunque la pieza básica en su construcción fue el ladrillo de arcilla moldeado y secado al sol, debido a la geografía de la zona y su escasez en bloques de piedra. Aparecieron por primera vez durante el periodo neosumerio, a finales del III milenio a.C., derivando del antiguo templo sumerio y pudiendo elevarse hasta una altura de siete o incluso ocho pisos. A diferencia de las pirámides egipcias, no contienen cámaras internas, son macizos. Servían como lugares de culto y de adivinación (Es famosa la ciencia astrológica y adivinatoria mesopotámica). Como señalábamos antes, su función correspondería con el de la Pirámide Escalonada de Saqqara, en Egipto, donde la escalera permite al hombre elevarse a los planos divinos y a las fuerzas divinas descender al mundo terrestre.
Del templo del dios Marduk y su zigurat en Babilonia, más conocido por el nombre bíblico de Torre de Babel, no han llegado hasta nuestros días más que algunos restos de sus cimientos, así que debemos conformarnos con las descripciones que de él hicieron viajeros e historiadores como el griego Herodoto en el s. V a.C. Así describe Herodoto el edificio: “El santuario de Zeus Belo (Marduk), con las puertas de bronce, que todavía duraba en mis días, es un cuadrado de dos estadios (1 estadio = 185 metros) de lado. En medio del recinto hay una torre maciza que tiene un estadio de largo y otro de ancho. Sobre esta torre se levanta otra, y sobre ésta una tercera, hasta llegar a ocho torres. La escalera que lleva a ellas está construida por fuera, en círculo, alrededor de todas las torres, y a la mitad de la escalera hay un rellano con asientos donde descansan los que suben. En la última torre se encuentra un gran templo y dentro del templo hay una gran cama, muy bien puesta, y a su lado una mesa de oro. No hay allí ninguna estatua del dios, y ningún ser humano puede quedarse de noche, excepto una sola mujer, hija del país, a quien entre todas escoge el dios (…) En el recinto sagrado de Babilonia hay abajo otro templo, donde se halla una gran estatua de oro de Zeus (Marduk) sentado; junto a ella hay una gran mesa de oro, y el trono y el pedestal son también de oro, y el conjunto, según dicen los caldeos, está hecho con 800 talentos de oro”*.
Del templo del dios Marduk y su zigurat en Babilonia, más conocido por el nombre bíblico de Torre de Babel, no han llegado hasta nuestros días más que algunos restos de sus cimientos, así que debemos conformarnos con las descripciones que de él hicieron viajeros e historiadores como el griego Herodoto en el s. V a.C. Así describe Herodoto el edificio: “El santuario de Zeus Belo (Marduk), con las puertas de bronce, que todavía duraba en mis días, es un cuadrado de dos estadios (1 estadio = 185 metros) de lado. En medio del recinto hay una torre maciza que tiene un estadio de largo y otro de ancho. Sobre esta torre se levanta otra, y sobre ésta una tercera, hasta llegar a ocho torres. La escalera que lleva a ellas está construida por fuera, en círculo, alrededor de todas las torres, y a la mitad de la escalera hay un rellano con asientos donde descansan los que suben. En la última torre se encuentra un gran templo y dentro del templo hay una gran cama, muy bien puesta, y a su lado una mesa de oro. No hay allí ninguna estatua del dios, y ningún ser humano puede quedarse de noche, excepto una sola mujer, hija del país, a quien entre todas escoge el dios (…) En el recinto sagrado de Babilonia hay abajo otro templo, donde se halla una gran estatua de oro de Zeus (Marduk) sentado; junto a ella hay una gran mesa de oro, y el trono y el pedestal son también de oro, y el conjunto, según dicen los caldeos, está hecho con 800 talentos de oro”*.
*Herodoto, Historias, I, 181-183
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