“Avatares,
metamorfosis, acabalgamientos, deidades, de hombres, y de hombres que son
pájaros, simbiosis de la tierra y el cielo, granos de maíz, que son estrellas y
estrellas que son mazorcas, criaturas monstruosas, mezcla de tigres y pájaros
sagrados, […] el arte Chavín posee, sin lugar a dudas, uno de los más
apasionantes y más completos vocabularios plásticos jamás inventados por el
hombre.”
Jorge Eduardo
Eielson (La Religión y el Arte Chavín)
Uno de los
propósitos durante mis viajes a los principales enclaves de las diferentes
culturas del Mundo Antiguo, ha sido siempre el tratar de indagar en su
cosmovisión, en sus estructuras mentales y culturales, en su pensamiento
mítico-religioso más que en los datos, las fechas o las listas reales. Arqueología,
antropología y otras ciencias han tratado de arrojar luz sobre el significado de
los elementos iconográficos, siempre inseparables de aquellos otros de carácter
arquitectónico, existentes en estas distintas culturas que han poblado nuestro
mundo. En el caso de Chavín de Huántar, en parte debido al hecho de que no
existan fuentes escritas, concurren diversas teorías e hipótesis, algunas
enfrentadas, que tomaré de base en el desarrollo del presente artículo, pero lo
que aquí expongo nace más bien de mis reflexiones en torno a este enigmático
lugar, en comparación con otras civilizaciones muy alejadas geográficamente,
principalmente Occidentales y del Medio Oriente. Uno de los objetivos es el de tratar
de hallar algunas similitudes interculturales que permitan desembocar en determinadas
conclusiones que, si bien pueden resultar en ocasiones algo arbitrarias,
resultan el fruto de una apasionante labor en torno a ciertas inquietudes
personales.
Reproducción de la Estela Raimondi - Chavín de Huántar |
La
iconografía simbólica Chavín, de carácter abstracto, se encuentra
inseparablemente unida a la arquitectura en piedra y este arte, como en la
mayoría de culturas antiguas, es preciso relacionarlo con el sistema religioso
y de creencias del pueblo que lo creó. Predominan los motivos procedentes de
los reinos vegetal y animal, a menudo incorporados en las representaciones
antropomorfas de sus principales divinidades, si bien existen tres elementos
que podemos considerar como principales: los felinos, las aves rapaces y las
serpientes, una tríada que a nivel simbólico se ha venido relacionando en todo
el mundo andino, de una forma más o menos tópica y arbitraria, con tres
espacios mitológicos o planos constitutivos de la realidad, la tierra, el cielo
y el inframundo, respectivamente. La arbitrariedad parte del momento en que
observamos las principales figuras de sus divinidades, el Lanzón Monolítico, la
Estela Raimondi o las figuras antropomorfas aladas en el pórtico de las
falcónidas. Todas ellas amalgaman al menos dos de estos tres elementos, la
figura antropomorfa puede incorporar un rostro felino donde los cabellos
representan serpientes, por ejemplo. La explicación se encuentra en las
diferencias entre mentalidades, entre el discurso lógico y el discurso mítico
ya que, mientras que la mentalidad del hombre occidental tiende a la
clasificación y la compartimentación, la cosmovisión del hombre antiguo tendía
a la unificación, en parte debido a su forma de comprender su lugar en el
mundo, como una verdadera simbiosis con la fecunda naturaleza. En este sentido,
todo el enclave resulta una representación simbólica de ese universo global que
incluye los tres mundos, asociado con uno de los símbolos ontológicos más
recurrentes en la cosmovisión del hombre antiguo a ambos lados del océano, el axis mundi o eje del mundo, el nexo de
unión que conecta el mundo divino, con el humano y el mundo de los muertos.
Realizando una amplia generalización, podemos decir que casi todo templo del
mundo antiguo cumplía esta triple función. Observemos ahora si esta afirmación
puede relacionarse con el recinto sagrado de Chavín de Huántar, una
clasificación que, como veremos, se encuentra interconectada con el resto de
elementos:
Piedra Choque-Chinchay |
Mundo Celeste: No
resulta en absoluto descabellado afirmar que la cultura Chavín ligó sus
creencias religiosas al estudio de los astros, en cuanto esto les permitió
determinar su influencia y correlación con las estaciones y los climas de la
Tierra en beneficio de las actividades agrarias. A esta función se dirigían los
torreones situados en la cima de la pirámide truncada El Castillo que, en
opinión de diversos científicos, eran verdaderos observatorios astronómicos.
También a esta función se dirige la conocida como Piedra Choque Chinchay, relacionada
con la constelación de las “Siete Cabrillas” o Pléyades, una roca granítica tallada
con siete pequeñas cavidades que supuestamente se rellenaban con agua para
reflejar la luz de estas estrellas. En uno de los extremos de la piedra aparece
también una oquedad rectangular que mide 13 centímetros de ancho, exactamente
el tamaño de la base de la Estela Raimondi, hecho que hace suponer a los
especialistas que este monolito se situaba originalmente sobre la piedra. En
cuanto a la estela, en ella se representa al denominado como “dios de los
báculos”, una figura antropomorfa que denota una perfecta simetría bilateral, sujetando
dos varas o báculos. Su cabeza es la de un felino, sus ojos se alzan mirando al
cielo, sus manos y pies acaban en garras, mientras que sus cabellos y tocado resultan
un manojo de serpientes. En la parte superior del tocado, pueden apreciarse dos
serpientes entrelazadas. Es conocido que en algunas civilizaciones del mundo
antiguo, como Egipto, Grecia y Roma, este símbolo y su divinidad portadora son
asimilados con el canal o eje que conecta la tierra con el cielo. Así, en
Grecia y Roma la función de “mensajero de los dioses” era atribuida al dios
Hermes-Mercurio, cuyo símbolo, el caduceo, es un báculo donde se entrelazan dos
serpientes, el canal que conecta la dualidad del mundo terrestre con la unidad
celeste; así mismo, en Egipto esta misma función era asignada a Thot, el dios
de la escritura y la sabiduría, la divinidad antropomorfa con cabeza de ibis
que en algunas representaciones también es mostrado sujetando un bastón donde
aparecen dos serpientes. Es por ello que, al apreciar el mismo símbolo en el
dios de los báculos chavino, esto resulta un indicio para considerar si esta
divinidad cumplía una función similar en su universo simbólico.
Mundo terrestre: El
mundo natural y humano puede asociarse con las diversas plazas y primeros
niveles de la estructura de los templos. Es en estas plazas donde se realizaban
los ritos de carácter público. Junto a una de las esquinas de la plaza
cuadrangular hundida fue hallado el denominado como Obelisco Tello, que
supuestamente ocupaba el centro de esta plaza o tal vez se situaba en la plaza
circular del Templo Viejo, un monolito donde no aparecen representadas
divinidades, tan sólo una amalgama que incluye figuras de diversas plantas y
animales (árboles, frutos, serpientes, aves, peces, extremidades o garras) además
de sendas figuras de seres míticos. En el extremo sureste de la plaza cuadrada
existe un pequeño sumidero, enlazando directamente con el complicado sistema de
desagüe del complejo ceremonial, cuya función es relacionada por los expertos
con la evacuación de las aguas acumuladas en la plaza por las lluvias, si bien
la guía nativa que realizó nuestra visita era de un parecer totalmente
distinto. Según nos comentaba, en ciertas ocasiones la plaza cuadrada era
cubierta totalmente de agua con el objetivo de convertirse también en un
observatorio estelar, en una especie de “espejo del cielo”, cuyas implicaciones
podrían relacionarse también con otras civilizaciones del mundo antiguo, principalmente
Egipto, mientras que la conexión entre Tierra y Cielo resulta de esta forma
evidente[1].
Otro elemento iconográfico a destacar se refiere a las conocidas como Cabezas Clavas,
las esculturas líticas que decoraban todo el perímetro de la Pirámide Mayor, denominadas
así por la prolongación en forma de clavo situada en su nuca y que permitía
encajarlas en el muro. Se les supone, además de su evidente función decorativa,
el resultar una especie de guardianes del templo, además de evidenciar la
relación entre hombre y naturaleza, puesto que la sucesión de esculturas sigue
una secuencia lógica que se inicia con la representación de un rostro humano,
un rostro que se va transformando, mutando en la forma de un felino. Primero
aparecen los colmillos, luego se acentúan las comisuras de los labios y las
pupilas de los ojos se representan con forma excéntrica; la última cabeza de la
serie ya no guarda rasgos humanos. También son representados tubos inhaladores
que eran parte del instrumental chamánico, hecho que resulta la clave del
mecanismo de transformación, la ingesta de alucinógenos, y un claro indicio
sobre el tipo de ritos iniciáticos que se practicaban en el enclave.
Inframundo: El
mundo de los muertos, en opinión de especialistas como el arqueólogo Luis
Lumbreras, es representado por la intrincada red de galerías subterráneas,
totalmente cubiertas y sumidas en la oscuridad, situadas bajo el complejo
templario, donde “el poder de un mundo misterioso y subterráneo, de los que
transitan en el más allá, pareciera estar presente en cada instante”. En
algunas de estas galerías han sido encontradas importantes muestras de cerámica
o restos animales e incluso de algunos individuos humanos, hecho que conduce a
pensar que se trataba de ofrendas religiosas a los dioses ctónicos que en algún
momento podían incluir sacrificios humanos. En el interior de una de estas
galerías se encuentra la representación de una divinidad, la más antigua conocida
del mundo andino, el Lanzón Monolítico, una piedra de más de cuatro metros de
altura tallada en forma de gigantesco cuchillo y representando a una deidad de
aspecto amenazante, con rostro de felino, mostrando dos grandes colmillos
curvos, una tupida cabellera formada por un haz de serpientes y la mano derecha
alzada, mientras que su mirada se sitúa hacia el este, a la salida del sol, si
bien no se han encontrado indicios claros de que en este santuario se llevara a
cabo un culto solar, más bien predominaba, como estamos viendo, la combinación
de un culto ctónico, natural y estelar. Sobre él, un orificio cuadrado desde donde supuestamente era vertida
la sangre de los sacrificios, aunque también podría otorgársele nuevamente la
función de canal, de nuevo un indicio a ese “eje” que conecta los tres mundos.
Hoy en día, los visitantes que accedemos a este espacio, encarnación palpable
de los poderes ctónicos y sobrenaturales venerados en Chavín de Huántar, no
podemos evitar una cierta sensación de sobrecogimiento ante la amenazadora
figura de esta deidad. Esto permite realizar una extrapolación a las emociones
que podría causarles a los miembros de aquella antigua cultura, en un contexto
de auténtica creencia, cuando por ejemplo eran iniciados a los misterios de su
religión. Imaginaos situaros, en el curso de un rito iniciático de muerte y
resurrección y tras haber recorrido los oscuros pasillos de la galería, ante
semejante divinidad, más aún cuando vuestra mente ha sido afectada por el
efecto de potentes alucinógenos…
Galerías subterráneas |
En la ontología y
el pensamiento simbólico común a diferentes culturas del mundo antiguo, falta
por explorar, en el caso de la cultura Chavín, el asunto de la “dualidad”. Para
el hombre antiguo, que observaba los ciclos naturales[2],
no es extraño que llegase a una serie de conclusiones en torno a la dualidad
del mundo. En Chavín esta dualidad se encuentra representada por doquier, en la
simetría de sus construcciones principalmente pero, en cuanto a su iconografía,
el caso más significativo se refiere al conocido como Pórtico de las
Falcónidas. Se trata de una estructura formada por dos columnas circulares,
talladas en diorita, soportando un artístico dintel. Un primer aspecto que
capta la atención es el colorido de los elementos que forman toda la estructura,
puesto que mientras una columna es de color blanco, su gemela aparece en una
tonalidad oscurecida. Lo mismo ocurre con las piedras que forman el umbral del
pórtico, el mismo dintel e incluso los enormes zócalos situados tras el
pórtico. Las columnas aparecen grabadas con sendas figuras antropomorfas,
perfectamente simétricas, divinidades aladas que, sorprendentemente, no
corresponden con el cóndor, ave representativa en todo el mundo andino, sino
con el grupo de las falcónidas. La figura grabada en la columna del ala sur del
Pórtico, la blanca, representa a una figura femenina, mientras que la columna
norte, de tonalidad más oscura, representa a una figura masculina, un hecho
curioso que parece indicar una preeminencia del elemento femenino, algo que no
se ha investigado adecuadamente hasta el momento. El especialista Arturo
Jiménez Borja, identifica esta dualidad en la cosmovisión andina con una
división inicial del “huevo cósmico” en illo
tempore, en el inicio de los tiempos, formando el janán-patza o mundo de arriba en quechua, y el urín-patza, el mundo de abajo.
En el presente
artículo hemos simplemente esbozado, más o menos acertadamente, la mentalidad
de una avanzada civilización que quiso representar una serie de altos conceptos
ontológicos y metafísicos, la unión de los tres mundos y su dualidad inherente,
fruto de una profunda reflexión y expresión del universo interno de una cultura
que supo reflejar magistralmente la permanente dialéctica del universo y el
devenir del mundo, donde la especie humana se encuentra sujeta por la ley de la
compensación y el equilibrio.
[1] La guía nos comentaba
también que en el mismo centro de la plaza cuadrada se había hallado durante
unas recientes excavaciones un pequeño recipiente cilíndrico donde se
encontraron restos de mercurio, si bien esta es una información que no he
podido contrastar hasta el momento.
Interesante Alex. Seguiré leyendo sobre el tema.
ResponderEliminarBien, por lo que veo, está muy bien expuesto tu discurso, con claridad de ideas.
ResponderEliminarHay reminiscencias de Egipto, de Grecia y de alguna más, como tú muy bien expones.
Además, en su precisiones astronómicas, también evoca a la cultura de Sumer y de Mesopotamia en los inicios de la Edad del Bronce.
Y lo que dices del "axis mundi", totalmente de acuerdo. De hecho el cristianismo no hizo más que tomar "prestado" en el Génesis y de la mitología hebrea la idea del árbol del bien y del mal, aunque en rigor, se planteaba la existencia de otro árbol, el de la vida, o sea, en total dos).
Sea lo que sea, yo considero que la idea del árbol era lo que en la cultura de la madre precedente (Paleolítico y Neolítico) era la montaña primordial (en Egipto equivaldría a la pirámide).
Y desde el punto de vista simbólico, el árbol de la vida recuerda al árbol de la cábala de los gnósticos.
A su vez, el árbol de la vida es un primer nivel de iniciación en algunas corrientes de exploración actuales e integrales de evolución y estudio de la conciencia al amparo de un ADN interno o espiritual o algo así.
Efectivamente, es posible que haya una matriz colectiva (inconsciente colectivo) que permita el desarrollo paralelo de fenómenos similares tan dispares en el mismo espacio-tiempo, como tú sostenías precisamente y correctamente en tu respuesta precedente y de agradecimiento.
Muchas gracias por todo.
Saludos.
Existen otras respuestas en ciencias sociales para intentar explicar esa coincidencia en el tiempo de la aparición de ciertos fenómenos en lugares tan alejados del espacio. Una de ellas se refiere a respuestas culturales similares. Ante un problema similar en dos o más culturas que tienen puntos coincidentes en su cosmovisión, estructura social, etc., se desarrollarán respuestas similares. De ahí la aparición de la agricultura, por ejemplo, en un periodo de tiempo coincidente. Pero en mi opinión personal, veo esta hipótesis "cogida con pinzas". Para mí es mucho más satisfactoria la teoría del inconsciente colectivo. Aunque no sea al nivel que planteaba Jung y se quede en un inconsciente colectivo estructural, como teorizaba Levi-Strauss.
ResponderEliminarNo es tan descabellada la teoría de las ciencias sociales, que en rigor, habla del desarrollo uniforme del conocimiento, ésa es su esencia, por lo que yo estudié en su día antaño.
ResponderEliminarTambién se podría explicar dicha expansión uniforme en culturas dispares por la teoría de resonancias mórficas, que bebe su vez del principio del centésimo mono. Y para nada te digo ya al amparo de la consideración de un universo holográfico que considera que una parte de la placa fotográfica contiene el todo. O dicho de otra manera más de " reglas de andar por casa": el efecto mariposa.
Y la física cuántica operaría de modo paralelo a la holografía.
Un saludo.
Bueno tengo una pregunta. Quien seria el protagonista de rituales en chavin posicion erguida ebterrada en el suelo. Y que conectaba el cielo, la tierra y el mundo subterráneo.
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