lunes, 6 de septiembre de 2010

Petra, la Ciudad Rosa de los Nabateos - Segunda Parte. La sociedad nabatea


Pueblo nómada en su origen, no se sabe cómo evolucionó la sociedad nabatea de un sistema jerárquico tribal, donde los representantes más influyentes de cada familia elegían mediante un proceso democrático a su gobernante, su “jeque”, a un sistema monárquico similar al de sus reinos vecinos. Diodoro Sículo describe cómo en el año 312 a.C., el ejército del seléucida Antígono atacó la Nabatea y se encontró con un pueblo seminómada cuyos habitantes vivían aún en tiendas al aire libre. Progresivamente, a medida que se sedentarizaron, los nabateos abandonaron sus costumbres y comenzaron a construir sus viviendas excavando las paredes rocosas de arenisca. A partir del s. II a.C. ya se hallan evidencias de la transformación de Petra en una ciudad cosmopolita gobernada por una monarquía.

Son conocidos diez monarcas nabateos, toda una dinastía supuestamente hereditaria que gobernó la ciudad sin interrupciones hasta el año 106 d.C., cuando Petra fue tomada por los romanos. El misterio de la rápida conversión de su sociedad a un sistema monárquico, sin que se conozcan resistencias por parte del pueblo, se explica por dos motivos. El primero se refiere a la adopción y adaptación gradual de las costumbres y usos de los pueblos vecinos, principalmente del reino helenístico seléucida. El segundo, a una cierta permanencia de sus costumbres originales, puesto que, como indica Estrabón, el rey “a menudo rinde cuentas de su reinado ante el pueblo y a veces se somete a examen su manera de vivir”. Lejos de resultar una monarquía semidivina similar a la egipcia, la nabatea resultó una sociedad bastante más “democrática” de lo que cabría imaginar.

Pese a ello, los nabateos constituyeron una sociedad jerarquizada donde el poder, aunque con restricciones, era ostentado por el monarca, quien delegaba parte de sus funciones en un visir o primer ministro, a quien se denominaba como “hermano” del rey. Otros cargos de importancia recaían sobre altos funcionarios de la administración del estado y sobre los jefes militares; en una zona geográfica en constante conflicto, la supervivencia precisaba de la existencia de un efectivo ejército formado por varios miles de hombres. Por debajo de ellos, otros oficios de cierto prestigio se referían a comerciantes, escribas (los nabateos utilizaron su propio sistema de escritura, creado a partir del arameo), escultores y artesanos. En los últimos escalafones sociales, encontramos a los albañiles, agricultores y esclavos.

Una última sorpresa se refiere a la situación de las mujeres en la sociedad nabatea, que gozaba de unos “privilegios” no muy comunes en otras civilizaciones de aquella época. Se deduce de algunas inscripciones que podían poseer plena autonomía sobre tierras y bienes, gozando de derechos de propiedad y resultando jurídicamente independientes. También se ha comprobado que incluso podían acceder al trono, aunque sólo fuera en calidad de regentes. Se han hallado monedas donde la reina consorte es representada junto al monarca o en el reverso de la moneda, hecho que conduce a pensar en la influencia que podían ejercer en la vida política.

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