La fe mueve montañas. Este tópico, presente en nuestra mentalidad desde tiempos inmemoriales, se refiere al poder que las ideas, las creencias ya no a nivel intelectual, sino experiencial y vivencial, ejercen sobre nosotros. Nuestras ideas crean la realidad a un nivel que no debe despreciarse. Lévi-Strauss*, en sus investigaciones sobre curas chamanísticas en algunas culturas tradicionales, se preguntó cómo era posible que unas técnicas totalmente alejadas de la medicina positiva fueran capaces de lograr la curación, en apariencia milagrosa, de sus pacientes. Sus conclusiones fueron realmente asombrosas. La eficacia de este tipo de hechiceros radicaba en el nivel de aceptación, de creencia que le otorgaban tanto el paciente como su entorno socio-cultural (su eficacia como sanador era reconocida por el colectivo). Así, mediante complejos rituales que a nosotros podrían semejarnos delirantes escenificaciones, lograban la sanación de múltiples enfermedades de carácter psicosomático.
Más allá de los mecanismos de control social, este conocimiento resulta un singular instrumento en la construcción de nuestra propia realidad. ¿Se han preguntado alguna vez cómo cambiar determinados aspectos de su vida? ¿Cómo pueden reorientar, o tal vez simplemente reafirmar, algunas ideas o convicciones que les provocan dudas? A continuación expondré un ejemplo práctico.
Tal vez nos encontremos limitados por nuestro entorno, nuestros prejuicios e ideas preconcebidas, y también por los condicionantes sociales. Pero ante todo, es primordial un primer trabajo de reflexión interior dirigido a formar en nuestra conciencia, a buscar la idea más elevada de que seamos capaces, una idea que, a nivel emocional, nos provoque la mayor sensación de felicidad, bienestar y pasión.
¿Ya han averiguado cuál es?
Pongamos por ejemplo que para una persona, la idea más elevada, aquella que podría hacerle más feliz en su existencia, podría ser el sentirse permanentemente enamorado, el experimentar ese sentimiento cada día de su vida. Imaginen que esa emoción, ese proceso psíquico, condicionante social o arquetipo cósmico que denominamos amor, no importa por qué, provoca en todo su ser (físico, psíquico, emocional, ¿espiritual?) una reacción que desencadena un torrente de bienestar, de entusiasmo, de alegría. Esta persona, cuando imagina que se siente así en todo momento, para él resulta maravilloso. El problema es que pasado un tiempo, la inmediatez le reclama, el momento desaparece y queda olvidado. ¿Cómo lo convierte en constante?
Tras el trabajo de reflexión inicial, puede resultar conveniente el hecho de escribir la idea y las emociones que la acompañan, nombrándolas después en voz alta con el objetivo de “crearlas”, de otorgarle una forma real en su propia conciencia. A partir de aquí, será por repetición constante como la idea y sus efectos en la experiencia se instalarán definitivamente en su mente, creciendo, tal vez ampliándose desde la forma de amor que más se asocia con la idea, el amor de pareja, hacia un amor más holístico, más global; se habrá convertido en una realidad; así es como ustedes la experimentarán, porque repitiendo, creyendo con tenacidad en una idea, es como ésta se materializa en el mundo, aunque este mundo se limite al campo de sus propias conciencias.
Podrían argumentarse dos debilidades a este sistema. La primera, es que hay momentos, días en que las circunstancias hacen sumamente complicado enfocar la idea y asociarla a la emoción, es decir, forzarse a sentir una emoción como el amor un día de esos que llamamos “negros”. Bien, pueden ayudarse mediante, por ejemplo, una buena música, pues el gran don de la música consiste en las emociones que, inconscientemente, nos transmite. Por otra parte, alguien podría indicar que la repetición, la rutinización comporta la progresiva desaparición del entusiasmo y la ilusión, de la fuerte emoción que al principio nos provocaba la idea. Tengan en cuenta que las ideas son una producción del pensamiento lógico-racional, mientras que las emociones intensas no tienen sentido fuera del mundo de la acción. Cada día pueden surgir oportunidades para poder crear y vivir con esas ideas y emociones, cada día surgen ocasiones para sentirse enamorado, libre o justo en medio de nuestra vida cotidiana. Hagan la prueba, tal vez una ayuda prestada al necesitado, tal vez una simple sonrisa que levante el ánimo de alguien sumido en la tristeza… La única forma de mantener permanentemente ese estado deseado es mediante la acción.
Les invito a crear sus propias realidades, a trabajar por sus anhelos, les invito a descubrir por ustedes mismos el antiguo elixir de los alquimistas… Felices fiestas!!
* Claude Lévi-Strauss (1908 - 2009), antropólogo francófono belga fundador de la antropología estructural.