Tradicionalmente el hombre moderno ha venido arrastrando una imagen del estado y la monarquía faraónicos donde la despiadada tiranía de un soberano absoluto con pretensiones de divinidad oprimía a su pueblo obligándole a trabajar, por ejemplo, en las grandes construcciones estatales.
Pero esta incorrecta visión, surgida de nuestra propia forma de ver el mundo y particularmente de lugares como los estudios cinematográficos de Hollywood, comienza a desaparecer cuando nos adentramos en el estudio de esta antigua civilización. Para tratar de comprender cómo concebían los egipcios el tiempo, el pasado o el poder, será necesario asimilar primero el concepto de “orden cósmico” que existía en la antigua civilización del Nilo, porque esta noción que los egipcios simbolizaban en su diosa Maat es la base de toda su mentalidad. A Maat se la representó tradicionalmente en la forma de una mujer sentada con las rodillas dobladas y portando una pluma de avestruz sobre su cabeza. Descrita como diosa de la verdad y la justicia, Maat es mucho más que eso, ya que, como hemos indicado, constituye el eje fundamental de la cosmovisión egipcia, simbolizando el principio universal de armonía que mantiene en permanente equilibrio dinámico la dualidad de fuerzas opuestas (bien-mal, luz-oscuridad, tierra-cielo, sueño-vigilia, etc.), haciendo posible que la vida se manifieste en todos los ámbitos de la naturaleza. Los egipcios la concebían bajo un triple aspecto: bajo el aspecto de “justicia cósmica”, en el ámbito de la cosmología; como “justicia individual”, en el campo de la ética; y como “justicia social”, en el contorno de la organización de la sociedad.
• La Maat Cósmica: según el mito heliopolitano (esto es, de la ciudad de Heliópolis, centro del culto a Ra-el Sol) de la creación, lo primero que hizo el demiurgo solar (Ra) al iniciar la creación fue insuflar en ella su propio aliento vital, relacionado con el dios Shu (dios tradicionalmente asociado con el viento), y establecer los principios del orden cósmico, para evitar que el universo recién formado retornase al Nun, al caos primordial del que había surgido. Así pues, en su aspecto cósmico Maat es una parte integral del universo, un aspecto inseparable e imprescindible del mismo, el que hacía posible la constante renovación de la vida.
• La Maat en el hombre: en el pensamiento de los antiguos egipcios el universo tiende hacia el caos, hacia la disolución y sólo el orden cósmico que proporciona Maat lo mantiene unido y en armonía. Para ellos las mismas fuerzas que operan en el cielo también funcionan en la Tierra y en el hombre, y por eso en este sentido la diosa debe ser concebida como la regla de conducta moral que orienta la vida de una persona por el camino de la rectitud, dándole un sentido de unidad, integración y solidaridad con el cosmos, permitiéndole así trascender su condición mortal para convertirse en un colaborador de la divina armonía social.
• La Maat en lo social: para los egipcios había un intermediario fundamental entre los dioses y los hombres, que permitía que la armonía universal de Maat se manifestara sobre la Tierra, el faraón. Era él quien manejaba las leyes del estado y las responsabilidades de sus ciudadanos, y como gobernante-dios de él dependía que la justicia permaneciera firmemente establecida en el mundo. Él debía ser un ejemplo para su pueblo aplicando la Regla de Maat, aunque esto no eximía a los ciudadanos de su propia responsabilidad, pues debían colaborar con el faraón en este trabajo de mantener la concordia en la sociedad, lo cual debía ser todo un orgullo para ellos, y esforzarse realmente en la medida de sus posibilidades en el cumplimiento de esta regla.
Como vimos en el post anterior, una de las características fundamentales de las civilizaciones mito-poéticas es que su pensamiento se caracteriza por una “multiplicidad de aproximaciones” a un mismo símbolo. Un símbolo posee tantos niveles de significado como matices tenga la realidad misma que representa, y si bien cada uno de estos significados pueden semejar paradójicos cuando se perciben por separado, todos ellos son complementarios e inseparables. Maat es un claro ejemplo de ello, ya que simboliza simultáneamente el orden cósmico, la verdad, la justicia, el bien, la ley divina, la armonía universal, la rectitud moral, la integridad, el equilibrio o la ecuanimidad. Maat es pues un concepto altamente metafísico, que establece el canon fundamental que regula tanto la armonía cósmica o el equilibrio social, como el orden moral en el individuo. Por eso, como muy bien explica Henry Frankfort: “Maat se trata de un concepto que pertenece tanto a la cosmología como a la ética. Es la justicia en tanto que orden divino de la sociedad, pero también el orden divino de la naturaleza establecido en tiempos de la Creación”.
Pero esta incorrecta visión, surgida de nuestra propia forma de ver el mundo y particularmente de lugares como los estudios cinematográficos de Hollywood, comienza a desaparecer cuando nos adentramos en el estudio de esta antigua civilización. Para tratar de comprender cómo concebían los egipcios el tiempo, el pasado o el poder, será necesario asimilar primero el concepto de “orden cósmico” que existía en la antigua civilización del Nilo, porque esta noción que los egipcios simbolizaban en su diosa Maat es la base de toda su mentalidad. A Maat se la representó tradicionalmente en la forma de una mujer sentada con las rodillas dobladas y portando una pluma de avestruz sobre su cabeza. Descrita como diosa de la verdad y la justicia, Maat es mucho más que eso, ya que, como hemos indicado, constituye el eje fundamental de la cosmovisión egipcia, simbolizando el principio universal de armonía que mantiene en permanente equilibrio dinámico la dualidad de fuerzas opuestas (bien-mal, luz-oscuridad, tierra-cielo, sueño-vigilia, etc.), haciendo posible que la vida se manifieste en todos los ámbitos de la naturaleza. Los egipcios la concebían bajo un triple aspecto: bajo el aspecto de “justicia cósmica”, en el ámbito de la cosmología; como “justicia individual”, en el campo de la ética; y como “justicia social”, en el contorno de la organización de la sociedad.
• La Maat Cósmica: según el mito heliopolitano (esto es, de la ciudad de Heliópolis, centro del culto a Ra-el Sol) de la creación, lo primero que hizo el demiurgo solar (Ra) al iniciar la creación fue insuflar en ella su propio aliento vital, relacionado con el dios Shu (dios tradicionalmente asociado con el viento), y establecer los principios del orden cósmico, para evitar que el universo recién formado retornase al Nun, al caos primordial del que había surgido. Así pues, en su aspecto cósmico Maat es una parte integral del universo, un aspecto inseparable e imprescindible del mismo, el que hacía posible la constante renovación de la vida.
• La Maat en el hombre: en el pensamiento de los antiguos egipcios el universo tiende hacia el caos, hacia la disolución y sólo el orden cósmico que proporciona Maat lo mantiene unido y en armonía. Para ellos las mismas fuerzas que operan en el cielo también funcionan en la Tierra y en el hombre, y por eso en este sentido la diosa debe ser concebida como la regla de conducta moral que orienta la vida de una persona por el camino de la rectitud, dándole un sentido de unidad, integración y solidaridad con el cosmos, permitiéndole así trascender su condición mortal para convertirse en un colaborador de la divina armonía social.
• La Maat en lo social: para los egipcios había un intermediario fundamental entre los dioses y los hombres, que permitía que la armonía universal de Maat se manifestara sobre la Tierra, el faraón. Era él quien manejaba las leyes del estado y las responsabilidades de sus ciudadanos, y como gobernante-dios de él dependía que la justicia permaneciera firmemente establecida en el mundo. Él debía ser un ejemplo para su pueblo aplicando la Regla de Maat, aunque esto no eximía a los ciudadanos de su propia responsabilidad, pues debían colaborar con el faraón en este trabajo de mantener la concordia en la sociedad, lo cual debía ser todo un orgullo para ellos, y esforzarse realmente en la medida de sus posibilidades en el cumplimiento de esta regla.
Como vimos en el post anterior, una de las características fundamentales de las civilizaciones mito-poéticas es que su pensamiento se caracteriza por una “multiplicidad de aproximaciones” a un mismo símbolo. Un símbolo posee tantos niveles de significado como matices tenga la realidad misma que representa, y si bien cada uno de estos significados pueden semejar paradójicos cuando se perciben por separado, todos ellos son complementarios e inseparables. Maat es un claro ejemplo de ello, ya que simboliza simultáneamente el orden cósmico, la verdad, la justicia, el bien, la ley divina, la armonía universal, la rectitud moral, la integridad, el equilibrio o la ecuanimidad. Maat es pues un concepto altamente metafísico, que establece el canon fundamental que regula tanto la armonía cósmica o el equilibrio social, como el orden moral en el individuo. Por eso, como muy bien explica Henry Frankfort: “Maat se trata de un concepto que pertenece tanto a la cosmología como a la ética. Es la justicia en tanto que orden divino de la sociedad, pero también el orden divino de la naturaleza establecido en tiempos de la Creación”.
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