lunes, 11 de abril de 2011

¡La psicología está de moda! Tercera parte


La psicología cultural afirma que es la sociedad quien modela la mente humana individual. Es ella quien, a través de una serie de mecanismos o instituciones como la familia, la escuela o el trabajo, nos proporciona una serie de signos y símbolos, una serie de instrumentos como el lenguaje y unos esquemas mentales que nos permiten comunicarnos unos con otros. En otras palabras, la mente individual, la conciencia separada, cada uno de vosotros que me estáis mirando ahora y que os creéis tan únicos, tan auténticos, tan especiales, no sois nada más que un trocito muy pequeño de la “gran mente social” que os ha dado la consciencia. Aunque expresado de otra forma, pero, ¿no os recuerda esto un poco al argumento de Matrix? Jerome S. Bruner, psicólogo cultural estadounidense, explicaba en su obra Actos de Significado que aquello que realmente hizo evolucionar a los primates hacia el ser humano no fue el hecho de que comenzaran a desplazarse sobre dos piernas, ni el mayor tamaño de su cerebro, sino precisamente la aparición de la cultura y de unos sistemas simbólicos compartidos.

Para que entendáis mejor a qué me refiero cuando hablo de sistemas simbólicos compartidos, esquemas mentales e instrumentos culturales como el lenguaje, os pondré un ejemplo. Imagino que entre vosotros habrá alguien a quien clasificáis como “el empollón”. Seguramente habrá otro que encajará en el modelo de “abusón”. ¿Está también el “pijo”? ¿El “friki”? Seguramente habréis pensado en uno o varios de vuestros compañeros aquí presentes cuando he anunciado cada tipo de personaje. Pero más allá de esas personas concretas, todo el mundo tiene en su mente una imagen de lo que es un “empollón”: peinado clásico, gafas redondas, tímido… Vuestros camaradas “empollones” no tienen por qué encajar exactamente en este esquema, tal vez en este caso vuestro “empollón” no lleva gafas, pero esto os permitirá comprender qué es un rol en sociología, y aplicado a la psicología cultural, qué es un esquema mental o un sistema simbólico compartido. ¿De dónde salen esos esquemas? Según la psicología social, de la cultura, de nuestro entorno. Y más allá, en una cultura no occidental, por ejemplo los miembros de una tribu amazónica, ¿sabrían qué es un empollón? Todos sabéis qué es un empollón porque alguien os lo ha explicado, porque lo habéis visto en la tele, en internet... ¿Veis? Todos adoptamos diferentes roles ante diversas situaciones en nuestro día a día que nos permiten comunicarnos de una forma organizada y definida dentro de nuestra propia sociedad. Y estos esquemas varían en función de cada cultura.

¿Quién soy realmente? ¿El hijo? ¿El alumno? ¿El amigo? ¿El deportista? ¿El “pijo”? Desde la familia, los gobiernos, las fiestas y las costumbres, la escuela, internet y los medios de comunicación, y un larguísimo etcétera de instituciones, todas son una serie de aspectos que condicionan nuestra percepción del mundo y nuestras relaciones, unos esquemas que dan significado a nuestra vida y nos permiten comunicarnos con los demás. Cada una de estas instituciones serían, en opinión del psicólogo evolutivo americano, Urie Bronfenbrenner, como la red de neuronas o circuitos que distribuye los significados, los símbolos, los esquemas posibles, limitando nuestras posibilidades de conocer, ya que una institución selecciona únicamente un reducido conjunto de significados. Una institución como la Iglesia, por ejemplo, limita su conocimiento al campo de las creencias y las prácticas religiosas, y además selecciona únicamente aquellas creencias y prácticas que se refieren a la religión cristiana y católica.

Para profundizar un poco más en esta especie de “distribución” de esquemas, instrumentos y significados que realiza la sociedad durante el aprendizaje de las personas, alguien podría preguntarse por qué demonios a él le ha tocado ser el “empollón”, cuando hubiera preferido más bien ser el “abusón” o cualquier otra cosa. Bien, Alexis N. Leontiev, psicólogo ruso, trata de explicarlo con su teoría de la actividad. Para ello se centra en el estudio de algunas actividades básicas para la supervivencia, como la caza en las culturas primitivas (tradicionales). A una actividad o acción principal, la cacería de algún animal para satisfacer las necesidades alimentarias de la tribu, se suman una serie de acciones secundarias que ayudan a lograr el objetivo, cazar el animal, pero que directamente no están relacionadas con él. En el caso de los cazadores, tal vez uno de los hombres se dedique a espantar la presa antes de que sus compañeros puedan matarla. ¿Veis? La acción “espantar la presa” no se refiere directamente a la actividad de cazar, es sólo una parte del todo, por eso sólo la realización con éxito de TODOS los objetivos de las acciones secundarias permitirán acabar la actividad principal, cazar para alimentar a la tribu.

Continuará...

domingo, 27 de marzo de 2011

¡La psicología está de moda! Segunda parte

Más allá de lo reprobable de este tipo de experimentos, pues hoy en día serían motivo de duras sanciones, sería interesante investigar ahora cómo nos condicionan en la actualidad utilizando los principios de la psicología conductista. A ver, ¿alguien podría poner un ejemplo de condicionamiento en su vida de cada día? ¿No? Bueno, pues voy a proponeros uno sobre cómo funcionaban, hasta principios de los 90, los anuncios de la tele, sobre cómo intentaban (e intentan) condicionarnos para que compremos los productos que nos ofrecen, aunque no tengamos una necesidad fisiológica y vital de adquirirlos. Veamos un ejemplo de los estímulos que utilizan: imaginad el típico anuncio de coches donde aparece una lozana muchacha escasa de ropa contoneándose contra el chasis del “flamante” automóvil. El anuncio se dirige a un sector muy concreto de la sociedad, hombre heterosexual, más o menos joven y en la plenitud de sus facultades masculinas. El principal estímulo, la chica, se asocia con el producto, el coche, de tal forma que la constante repetición del anuncio provoque en la gente una doble asociación de ideas. Por una parte, cuando en nuestra vida cotidiana un hombre de las características que he especificado se encuentre con una mujer de similar aspecto, recordará automáticamente la imagen del auto. Y más importante aún, lo que realmente pretenden es que asociemos la imagen del producto, el acto de conducir el coche, ese coche en concreto, con la excitación y la expectativa de placer sexual que al hombre le provoca la muchacha. O dicho de otro modo: “¡Si te compras este coche, conducirlo va a ser un orgasmo constante!”. Esa es la respuesta que tratan de condicionar.

Bien, hemos visto hasta ahora la eficacia de la psicología conductista en el estudio y condicionamiento de la conducta. Pero esta psicología tiene sus limitaciones. Uno de los sucesores de Watson, Clark L. Hull, psicólogo neoconductista, fracasó en su intento de definir las leyes y variables concretas que permitirían predecir y controlar totalmente la conducta de las personas. Para que lo entendáis mejor, aunque no sea exactamente así, imaginaos que Hull creyó que podía crear, como si fuesen fórmulas de la física o de la química, una especie de tabla con las respuestas que correspondían a cada estímulo y al revés, con el/los estímulos necesarios para crear en la persona una respuesta que se desea. Pero retomando el ejemplo del anuncio de coches, ¿qué pasaría si le mostrásemos el mismo anuncio a un hombre de una cultura no occidental, donde el ideal de belleza femenina no es el de una figura estilizada y una actitud sexual agresiva, sino, por ejemplo, el de una figura rolliza y maternal? ¿Creéis que en este caso el estímulo obtendría la misma respuesta que os provoca a vosotros? Este tipo de técnicas son eficaces también con los animales, y de hecho la mayor parte de las teorías conductistas y neoconductistas fueron formuladas o corroboradas a partir de experimentos previos con animales. Es por ello que una de las principales críticas a esta psicología se dirige a una “pequeña” diferencia que separa a la humanidad del resto del mundo animal: la mente, la consciencia, que sí parece tener una existencia diferenciada del mundo de las sensaciones del individuo, una existencia a parte de la conducta condicionada por las meras respuestas a unos estímulos provocados por el entorno. En fin, que parece que en el fondo de todo sí que debe haber alguien, ya veremos quién…

Superado el conductismo, se inauguró una nueva tendencia que abarca muchas corrientes, la psicología cognitiva, que básicamente se centra en el estudio de la mente humana, de los procesos mentales que seguimos para darle significado a las cosas que percibimos. Una de las corrientes más actuales se centra en los procesos culturales para tratar de explicar la mente humana. Es la psicología cultural, heredera de las teorías desarrolladas entre 1924 y 1934 por el psicólogo cognitivo ruso Lev S. Vigotsky. Vigotsky aceptaba una distinción ya explicada por Wilhelm Wundt, el padre de la psicología que os comentaba al inicio de la charla. Distinguía entre procesos psicológicos inferiores, aquellos que nos unen con los animales y responden al modelo de estímulo-respuesta, (recordad, te pincho – gritas) y procesos psicológicos superiores, controlados por el mismo individuo, quien los regula en función de su propia voluntad. Lo curioso del caso es que, dicho de forma sencilla, para esta psicología nuestra propia voluntad es un engaño, una ilusión, puesto que no somos nosotros mismos de forma individual, sino la sociedad, quien define quiénes somos.

Continuará...

martes, 15 de marzo de 2011

¡La psicología está de moda! (charla ficticia a unos chavales de instituto). I Parte


Durante los próximos posts os presento una charla ficticia que he elaborado tratando de imaginar que la escribía para que unos alumnos de instituto pudieran acercarse al fabuloso mundo de la mente humana y la ciencia que la estudia, la psicología...

Buenas tardes a todos y bienvenidos a estas jornadas culturales dedicadas a las ciencias sociales que se inician con esta charla sobre psicología. Mi nombre es Alex, soy estudiante de humanidades y trataré de transmitiros una pincelada de las posibilidades de esta ciencia a través de la comparación de dos tendencias distintas, de dos formas científicas de comprender y estudiar la mente humana. Durante la charla, veréis que esta ciencia puede ser más divertida de lo que pensáis, ya que su estudio permite comprender el por qué, entre otras cosas, de muchas de las ideas y opiniones que tenéis, de cómo os comportáis, vosotros mismos y aquellos que os rodean.

Decidme. ¿Os habéis preguntado por qué cada persona se comporta de forma diferente, pero a la vez parecida? En las relaciones con vuestros compañeros, amigos o familiares ¿sois el centro de atención o preferís quedaros en segundo plano, sin que se os vea? ¿Sois valientes o cobardes? ¿Os incomoda algún aspecto de vuestro carácter? ¿Creéis que es posible cambiar aquellas cosas que no os gustan en vuestra forma de ser?

Bien, esos son algunos de los problemas que se plantea la psicología moderna, desde que se estableció como ciencia independiente de la filosofía a mediados del s. XIX de la mano de Wilhelm Wundt, un estudioso alemán pionero en el desarrollo del primer método experimental dirigido al estudio científico de la mente humana. Aunque limitada, su psicología de la conciencia sentó las bases de todos los estudios posteriores, de entre los cuales uno de los que más ha influido hasta la actualidad es el conductismo, corriente fundada por el norteamericano John B. Watson y cuyas técnicas psicológicas continúan, como veréis luego, utilizándose para condicionar la conducta de la gente, por ejemplo, en la creación y mantenimiento de determinadas modas con una finalidad publicitaria.

El conductismo parte de las bases del materialismo y el pragmatismo, dos de las principales filosofías que forjaron la sociedad moderna tal y como es hoy en día. De origen norteamericano, materialismo y pragmatismo piensan que el mundo material, aquel que vemos y experimentamos cada día, es la única realidad existente, y así todo puede explicarse en función de las leyes de la naturaleza. Todo es explicado y desarrollado en función de su posible utilidad, también en el campo de la mente humana. Dicho de otra forma, si me dices para qué sirve y estudiando cómo funciona te diré lo que es…

Bajo esta forma de entender la ciencia, el conductismo creía que el hombre no tiene una mente propia, ni siquiera sentimientos, tan sólo un cerebro que responde a una serie de estímulos externos que le son proporcionados por su entorno, por su interacción con el mundo que le rodea: sus familiares, amigos y personas más cercanas, pero también por las normas sociales, los medios de comunicación, y un muy largo etcétera que reúne todo aquello que atrae la atención de cada uno de nosotros durante todas las horas que nos mantenemos despiertos. Este planteamiento tan radical, enunciado por el psicólogo neoconductista Burrhus F. Skinner, que reduce a los seres humanos a poco más que animales, niega la existencia de la mente y se centra en el estudio de la conducta humana, en el para qué sirve y cómo funciona para poder controlarlo, condicionarlo y dirigirlo hacia donde a mi me convenga. No importa lo que es, no importa el contenido. Es más, Skinner niega ese contenido, niega la existencia de una conciencia. Igual que si yo te pincho con una aguja siempre obtendré la misma respuesta por tu parte, esto es, un salto y un chillido de dolor, los conductistas y neoconductistas pensaban que a cualquier estímulo psicológico siempre le corresponde la misma respuesta, y por ello la conducta puede predecirse, controlarse e incluso modificarse a voluntad.

En el año 1920, Watson realizó algunos experimentos de condicionamiento con un bebé de ocho meses. El psicólogo presentaba al bebé un pequeño ratoncito blanco ante el cual el niño sonreía. Le gustaba. Luego se lo volvía a enseñar, pero poco después hacía sonar un ruidoso gong que molestaba y hacía llorar al niño. Después de repetir el experimento varias veces, cuando el bebé veía el ratón éste lloraba y trataba de alejarse gateando sin necesidad de hacer sonar el gong. El niño había asociado al animal con una sensación, el molesto ruido. Más adelante, incluso llegó a ampliar la sensación que le provocaba miedo, a otros objetos y animales que le presentaban, como un perro, un conejo o una máscara. Habían condicionado su conducta.

Continuará...

domingo, 27 de febrero de 2011

Puivert, castillo de trovadores. Segunda parte


El trovador Guillaume de Poitiers lo expresó de esta manera:

“Yo quiero retener mi Señora
en orden para refrescar mi corazón y para no envejecer.
Vivirá cien años quien exitosamente posea la alegría de su amor.”

Desafortunadamente, aquella “edad del amor” no perduró, y ambos movimientos fueron prácticamente erradicados durante la primera cruzada que se realizó en tierras cristianas. En Noviembre de 1210, aunque los defensores fueron ayudados por soldados aragoneses, Puivert fue sometido después de tres días de asedio por las tropas de Simón de Montfort, comandante del ejército cruzado, decepcionado cuando se percató que la mayor parte del castillo se encontraba vacía, ya que la mayoría de cortesanos lograron burlar el cerco y escapar por un túnel, ocultándose en los bosques cercanos y refugiándose algunos en el cercano castillo de Montségur.

Pero un espíritu tan sublime como el que se desarrolló durante este período trovadoresco no quedó totalmente destruido, puesto que el movimiento ya se había extendido hacia Cataluña e Italia, sobreviviendo hasta Ausiàs March, (primera mitad del siglo XV), considerado por algunos como el último trovador.

Incluso en Puivert se desarrolló posteriormente al asedio una leyenda en la cual una mujer volvió a ser la protagonista, pues allí residió una princesa aragonesa apodada la “Dama Blanca”, ilustre huésped que decidió morar allí hasta el final de sus días, cautivada por la majestad de las crestas de los montes colindantes y por la imponente belleza del lago. Allí, junto a la orilla, una roca moldeada por la erosión del viento y del agua se alzaba semejante a un trono desde el que la Dama Blanca gustaba de contemplar las puestas de sol en las tardes de verano, admirando los destellos provocados por los oblicuos rayos del sol poniente. Pero, en ocasiones, el agua y el viento hinchaban las aguas, estrellándose las olas sobre el trono de la princesa, que disgustada por las salpicaduras que le turbaban su melancólico ensueño, solicitó a Jean de Bruyères, señor del castillo, que emprendiera trabajos para bajar el nivel del lago. Pero, desafortunadamente, estas labores fueron llevadas a cabo de una forma muy imprudente, ya que los peñascos, minados por la erosión, se hundieron, provocando un oleaje que volcó el trono y engulló piedra, tierra, trabajadores y princesa.

Actualmente, la estructura que se conserva en Puivert corresponde a una reconstrucción del siglo XIV. El Castillo de las Cortes de Amor, tal y como lo conocieron los trovadores, fue destruido por Simón de Montfort durante la cruzada. Aun así, en una sala situada en la parte superior de la torre del homenaje se pueden observar 8 esculturas pinjantes (salientes de piedra que soportan la caída de un arco), que representan unos músicos y sus instrumentos, auténticos portadores del espíritu del amor cortés y encargados de transmitirlo hasta nosotros.

Artículo publicado originalmente en la revista "El Mundo de Sophia", nº 31

lunes, 14 de febrero de 2011

Puivert, castillo de trovadores


En la pequeña comarca de Quercorb, en la región francesa del Languedoc, se hallan los restos del antiguo castillo cátaro de Puivert, también conocido como «Castillo de las Cortes de Amor». Probablemente construído a mediados del siglo XII, el origen de este sobrenombre resulta de que este lugar fue el escenario de un famoso certamen o encuentro de trovadores en el año 1170. Durante las asambleas que se llevaban a cabo, los asistentes se intercambiaban noticias y recitaban trovas en un festivo ambiente bajo la luz de las antorchas. Como muestra de este encuentro ha llegado hasta nosotros un fragmento de una obra creada por el trovador Peire d'Auvergne, una pieza satírica de doce coplas compuesta bajo el sonido de las gaitas, los cantos y las risas de los asistentes.

A esta magnífica fiesta no sólo acudieron trovadores, sino que a ellos se unieron también comitivas de altos dignatarios llegados de todos los rincones de Occitania, del reino de Aragón e incluso de Castilla, de donde acudió el joven rey Alfonso VIII, haciendo un alto en su camino, puesto que se dirigía a Burdeos al encuentro de su prometida Aliéner, hija de Enrique Plantagenet, duque de Aquitania y rey de Inglaterra.

Para comprender adecuadamente el extraordinario éxito del certamen de Puivert y de todo el movimiento trovadoresco en general, en una época en que la mayoría del continente europeo se encontraba sumido en la ignorancia, la barbarie y el dogmatismo, es preciso relacionar este fenómeno con los dos movimientos culturales surgidos en esta época en el sur de Francia: la «herejía» albigense o cátara y el trovadoresco concepto del «amor cortés».

La religión cátara, de un carácter marcadamente gnóstico, promovía como fin último la perfección espiritual a través de una vía de ascetismo y pureza que permitiera al alma liberarse de su prisión de materia. Por su parte, el amor cortés generalmente se ha querido mostrar como un amor exaltado y adúltero donde una dama perteneciente a la nobleza, casada e inalcanzable, se convierte en el blanco de los amoríos del poeta, que usualmente usa un pseudónimo en sus composiciones para no despertar las iras de su consorte. Nada más lejos de la realidad, puesto que los trovadores a quien realmente adoraban era al ideal de mujer, al concepto femenino puro, simbolizado en la iconografía cristiana por María -tanto la madre de Jesús como Magdalena-, ampliando luego su fervor e incluyendo al conjunto de las mujeres, sabiendo encontrar ese alto ideal en todas ellas. Por tanto, el amor divino se sobreponía al amor sensual y lo que los trovadores intentaban celebrar en su poesía era el anhelo de una dama que se correspondía con la reminiscencia bella e iluminada de una diosa. 

De esta manera redescubrieron los trovadores el «eterno femenino», tan degradado en aquella época, y mediante la exaltación del espíritu que provoca este Amor con mayúsculas lograron aproximarse a aquella diosa ancestral llamada Sophia, representación de la Sabiduría Divina, la inteligencia iluminada que descubre la verdadera constitución de la naturaleza y el sentido último de la existencia. 

Continuará...

Artículo publicado originalmente en la revista "El Mundo de Sophia", nº 31

lunes, 31 de enero de 2011

La Eneida de Virgilio. Segunda parte, el descenso a los infiernos


La riqueza de la Eneida trasciende el proyecto político e ideológico, convirtiéndose en un texto que significa algunas de las más profundas inquietudes filosófico-existenciales del ser humano. El canto VI representa un buen modelo en este sentido, pues en él se narran los acontecimientos sufridos por Eneas tras su llegada a Cumas, en la Campania italiana, donde es recibido por la Sibila y guiado por ella en su descenso al inframundo, donde el espíritu de su padre le hace partícipe de su destino fundacional y del futuro de Roma. Eneas, que a diferencia de los héroes griegos presenta unas marcadas cualidades morales, experimenta una katabasi, un descenso purificador a los infiernos, una “muerte iniciática” que eliminará sus dudas existenciales.

Durante el descenso Virgilio emplea la emotividad de sus versos para relatarnos una visión de la gran duda existencial humana, la posibilidad de la vida tras la muerte y los azares de los espíritus humanos en el más allá. Recoge incluso algunas teorías filosóficas presentes en pensadores clásicos como Pitágoras o Platón, aquella creencia basada en la transmigración o renacimiento de las almas inmortales en nuevos cuerpos humanos: “Esas almas –le dice-, destinadas por el hado a animar otros cuerpos, están bebiendo en las tranquilas aguas del Leteo el completo olvido de lo pasado” (libro VI, pág. 179). La pervivencia del motivo sobre la katabasi en la mentalidad occidental condujo a Dante a hacer de este episodio de la Eneida la guía para la representación del Infierno en su Divina Comedia.

Los versos de Virgilio en la Eneida, verdaderos ejemplos de la excelencia en cuanto a la métrica y musicalidad, adquieren progresivamente una mayor intensidad dramática en el libro VI, culminando en la parte final del capítulo con la revelación del destino del héroe: “Escúchame, pues voy a decirte la gloria que aguarda en lo futuro a la prole de Dárdano […] voy a revelarte tus hados” (libro VI, pág. 180). Como en casi toda la poesía épica, el ritmo narrativo es pausado, aumentando en intensidad dramática a medida que se acerca el desenlace final. Virgilio utiliza en este capítulo alguno de los procedimientos técnicos más habituales en poesía épica, herencia de los autores helenos, cuyo objetivo consiste en retrasar este desenlace, rompiendo también la monotonía de la narración. Una de estas técnicas consiste en la introducción de las denominadas como analepsis prolépticas, una de las cuales ya hemos comentado, la revelación del hado del héroe, que se refieren al avance de informaciones relativas al futuro que buscan la complicidad del público. Suelen adoptar la forma de oráculos o profecías expresadas en estilo directo. Otro ejemplo lo encontramos en el inicio del capítulo, cuando la Sibila otorga su primer oráculo a Eneas: “¡Oh, tú, que al fin te libraste -exclama-, de los grandes peligros del mar, pero otros mayores te aguardan en tierra! Llegarán, sí, los descendientes de Dárdano a los reinos de Lavino.” (libro VI, pág. 160).

La intensidad dramática aumenta a medida que Eneas y la Sibila se adentran por los parajes del Hades, las invocaciones y diálogos en estilo directo y primera persona se hacen más frecuentes. Eneas se encuentra con algunos guerreros troyanos muertos durante el incendio y conquista de su ciudad; más adelante la Sibila describe, en unos emotivos versos que erizan el cabello del lector, las visiones sobre los horrores del Tártaro, el terrorífico abismo situado bajo el mismo inframundo, abismo asentado sobre los cimientos del mundo, allí donde Júpiter arrojó a los Titanes. Por fin, tras cruzar la mansión de Plutón y llegar a los Campos Elíseos, donde moran las almas trascendidas, se encuentra con su padre Anquises, acabando el poeta la parte mitológica del capítulo e iniciando la épica propiamente dicha, en el clímax final del canto. Es ahora cuando Virgilio rememora los episodios y personajes más gloriosos de la historia romana. La fundación de la “ciudad eterna” y sus cuatro primeros reyes: Rómulo, Numa Pompilio, Tulo Hostilio y Anco Marcio; grandes personajes de la República, como Catón el Viejo o Africanus, vencedor de Aníbal, el gran general cartaginés; por fin, César, divinizado por el pueblo, y el más grande de todos, Augusto, su “hijo”, descendiente de una estirpe divina y restaurador de la edad dorada de los orígenes.

Resulta sin duda la Eneida una obra maestra de la literatura de todos los tiempos, cuya estructura y contenido han influido en la mentalidad occidental, de una u otra forma, con el discurrir de los siglos. Un texto de un valor literario incuestionable que se ha tomado siempre como referente de la maestría poética.

lunes, 17 de enero de 2011

La Eneida de Virgilio. Primera parte


La Eneida es el poema épico latino por excelencia. Creado por Virgilio durante diez años de trabajo, canta la leyenda del héroe mítico Eneas, el troyano hijo de Anquises y la diosa Venus, que logró escapar tras la caída de Troya y se embarcó en una misión fundacional que le conduciría a convertirse en precursor de la ciudad de Roma.

Compuesta en doce libros y estructurada siguiendo el modelo homérico, ya que en ella se encuentran adaptados muchos personajes y acontecimientos de la Iliada y la Odisea, recoge en sus páginas gran parte del acervo mitológico grecorromano, incluyendo también algunos de los acontecimientos históricos más importantes de la ciudad hasta el principado de Augusto, fundiendo las dos grandes temáticas de la poesía épica latina, la mitológica y la nacional-patriótica. Los seis primeros libros, cuyos argumentos son tomados de la Odisea homérica, relatan las míticas aventuras del héroe en su viaje hacia Italia. Los seis últimos constituyen el relato épico, adaptado en parte de la Iliada, sobre las luchas del héroe en su afán por asentarse en la Lacio italiana y fundar una ciudad que más tarde sería conocida como Roma.

La Eneida, modelo básico de toda la épica latina, llegaría a convertirse en la epopeya nacional de los romanos. Creada por encargo del primer emperador, Augusto, la obra cumplió un cometido propagandístico destinado a legitimar el gobierno unipersonal del princeps, al dirigirse hacia la mentalidad y los valores que el nuevo régimen deseaba instaurar en la sociedad del momento. Desde inicios de la República, a finales del s. VI a.C., se instaló en la mentalidad romana una aversión hacia los gobiernos unipersonales hereditarios, presente todavía en época de Augusto. Es por ello que Octavio hubo de presentarse como garante de la herencia gloriosa de la República, y para este cometido encargó a su amigo y consejero Cayo Mecenas la creación de un círculo artístico y literario del cual Virgilio fue uno de sus máximos exponentes. Así, Virgilio contribuyó a presentar al princeps como el genio tutelar de Roma, su verdadero defensor, ayudando a su posterior divinización por devoción popular.

La Eneida representa también uno de los intentos por dotar a Roma de una “historia oficial”, que no real, de sus orígenes, un compendio de mitos, leyendas y hechos históricos que más tarde formaron un corpus que arraigó sobremanera en la conciencia popular de todo ciudadano romano. De esta forma, la obra establece una Roma ideal, aquella que renacía de la mano de Augusto, una recuperación de la mítica Edad de Oro*, como se aprecia en: “Ése será el héroe que tantas veces te fue prometido, César Augusto, del linaje de los dioses, que por segunda vez hará nacer los siglos de oro en el Lacio, en esos campos en que antiguamente reinó Saturno” (libro VI, pág. 181). Se proclama, además, la divina misión civilizadora de la ciudad como rectora de los pueblos, una visión nacionalista y patriótica que ha sido harto criticada. Pero gran parte de esa visión crítica nace de los prejuicios occidentales que tienden a considerar intrínsecos gobierno unipersonal y tiranía, mentalidad procedente en parte de la herencia cultural que, desde la Edad Media, pasando por los absolutismos de época moderna y los nacionalismos patrióticos del s. XX (fascismos), se instaló en la mentalidad occidental contemporánea, más acostumbrada a idealizar la época republicana que la imperial.

Es cierto que Virgilio contribuyó a reforzar y legitimar el gobierno de Augusto, pero ello no significa que el emperador fuese un “despiadado tirano”, puesto que este tipo de interpretaciones olvidan el caótico periodo que, para el pueblo romano, significó la época tardo-republicana. Así, el Principado de Augusto constituyó ciertamente un periodo de estabilidad para Roma, de paz, bienestar y crecimiento económico para sus ciudadanos, si bien es cierto que también fueron restringidas algunas libertades que otros escritores como Ovidio, que cayó en desgracia y fue desterrado, hubieron de padecer.


Continuará...

* El tópico de la Edad de Oro, formulado ya en la literatura clásica, ha persistido en la conciencia social de Occidente. Se refiere básicamente a una Edad ideal de absoluta felicidad en la cual el hombre carecía de preocupaciones de ninguna clase, en un tiempo en que dioses y hombres llevaban una existencia paralela.